Opinión: Palabras gastadas, esperanzas trituradas | |
El pensamiento político de don Alfonso Carro y el ideario de la Constitución |
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Por Fernando Cruz, Magistrado Sala Constitucional |
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Leyendo una entrevista que realizó el recordado periodista Enrique Benavides en 1975 y que publicó en un libro que tituló Nuestro pensamiento político, encuentro unas declaraciones muy interesantes de don Alfonso Carro Zúñiga, quien falleció hace varios años. De sus sabias apreciaciones, destaco su visión sobre lo que debe ser la intervención del Estado en la orientación de la política social. De esta manera, considera el recordado profesor y dirigente liberacionista: «Nuestro partido quiere y se propone fortalecer el sector privado, empresarial, de nuestra economía. Lo que sucede es que el costarricense mira en el Estado algo así como un aparato extraño injertado en el cuerpo social, y no como lo que realmente es, es decir, como la expresión política y organizadora del poder social que reside en toda la nación…». Muy clara su visión sobre el poder social, la acción estatal para fortalecer el estado social y del bienestar es un objetivo primordial de la acción política, además del estímulo a la inversión privada. Pero luego agrega un juicio sabio y realista sobre el mercado y sus «bondades», señalando: «No creo que dejando al hombre suelto en el campo económico, sin control ni gobierno alguno, para que el mercado obre el milagro de la abundancia y abaratamiento de la producción, se logre otra cosa que más marginación y más miseria, puesto que de esa manera serán los intermediarios y parásitos quienes a la larga salgan gananciosos. La posición liberal de algunos políticos y economistas es a este respecto puramente apriorística y yo no confío en los apriorismos en materia de política económica y social…» (Ver Enrique Benavides, Nuestro pensamiento político en sus fuentes, Editorial Trejos, 1975, pp. 96-97). Todavía seguimos con los mismos espejismos: mercados que no existen y oligopolios que definen ganancias y excesos. Nos entregamos a la “ley de los mercados”, como si fuera un mecanismo justo e inalterable. Olvidamos las terribles imperfecciones y distorsiones de escenarios con poca competencia e insuperables desigualdades. ¡Qué interesante!, don Alfonso destaca la importancia de la acción social estatal y, además, desconfía, con argumentos aún vigentes, sobre unas leyes del mercado que solo están en los textos, bajo supuestos casi irrealizables. Sus conceptos no son palabras gastadas, aunque ahora lo parezcan. Alguien diría que don Alfonso era comunista, porque, en estas épocas de simplismo y analfabetismo cívico, cualquier visión social es sospechosa. No habrá “mano invisible” que propicie la movilidad social y equidad. Medito sobre la vigencia de este pensamiento en el actual partido Liberación Nacional y en la política nacional, quizás las palabras de un líder tan destacado, es posible que ya no tengan tanta resonancia como antes, aunque en la Constitución todavía se habla de una acción correctiva del Estado para reducir la pobreza y la inequidad social (artículo 50 de la Constitución Política). Ese mandato constitucional tan venido a menos, con la crisis fiscal y la apabullante inequidad tributaria. La Constitución todavía contiene paradigmas, sueños de justicia, es la brújula en medio del nihilismo ideológico, es ese documento por el que murieron 3 mil costarricenses en el 48. Todavía hay garantías sociales que están por realizarse, como el seguro de desempleo y el derecho a una vivienda digna. Afloran mucho las visiones que estiman que el capítulo de garantías sociales es un factor de ingobernabilidad… de alto costo, por ser cargas sociales que no atraen inversiones. No son cargas, son garantías de justicia social Don Alfonso Carro, don Jorge Volio, Rodrigo Facio lucen lejanos, soñadores de utopías que no “comprenden” que, tal como ahora se propone, requerimos un Estado mínimo, un “vigilante de los mercados” que asegure el empleo, con pocas garantías sociales y con empresas que tributen poco o nada, son los nuevos tiempos. Las utopías de Calderón, de Sanabria, de Volio, de Figueres, de Facio, están bien enterradas, debemos sobrevivir, en tiempos de Estado mínimo, de justicia de “mano invisible”, de reducción de “cargas sociales”, de exoneraciones a grupos de poder, así es. Don Alfonso Carro descansa en paz, aunque sus ideas y visiones siguen clamando por una justicia social que se sustituye por la mano invisible de los mercados. Con esas luces tan débiles, buscamos, a tientas, la igualdad y la movilidad social. |