En el Día Internacional de la Mujer |
Detrás de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, existe una historia de discriminación, violencia y marginación. La necesidad de hacer un alto en el camino nace después de la Revolución Industrial que evidenció inequidad y desigualdad para las mujeres. El panorama era la explotación de muchas mujeres, sin ninguna protección estatal. Nunca es suficiente la bendita ley de mercado, que parece es la respuesta simplista. El 8 de marzo de 1857, las mujeres que trabajaban en la industria textil, que eran llamadas “garment workers” en inglés, en Nueva York, organizaron una huelga. Ellas pretendían salarios más justos y condiciones laborales más humanas. Estas pretensiones, siguen vigentes, con otros colores. Al hacer su protesta, intervienen el control y la represión policial. Dos años más tarde, las manifestantes crearon su primer sindicato para pelear por sus derechos. Interesante, el vínculo entre las luchas de las mujeres y el sindicalismo. Cincuenta y un años más tarde, el 8 de marzo de 1908, 15 000 mujeres vuelven a tomar las calles de Nueva York para exigir un aumento de sueldo, menos horas de trabajo, derecho al voto y prohibir el trabajo infantil. El slogan que utilizaron fue “Pan y Rosas”. Ya que, el pan representaba la seguridad económica y las rosas, una mejor calidad de vida. Seguía la tensión entre el trabajo y las condiciones de producción. Debe destacarse que fue Nueva Zelanda el primer país que aprueba el voto femenino en 1893. Un acontecimiento relevante fue la terrible tragedia que ocurrió el 25 de marzo de 1911, ya que más de cien trabajadoras textiles, en su mayoría mujeres italianas y de la Europa del Este, perdieron la vida en el incendio de la fábrica de Triangle Shirtwaist en Nueva York. Un total de 123 trabajadoras y 23 hombres murieron. El número de heridos fue de 70. La víctima de más edad tenía 43 años y la más joven, 14 años. Esta terrible experiencia fortaleció la lucha de las mujeres. También las mujeres tuvieron una destacada participación durante la revolución rusa. Se declararon en huelga para exigir mejores condiciones de vida. No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que más países también se unieron y comenzaron a conmemorar el Día de la Mujer. En el año de 1975, las Naciones Unidas definen, por primera vez, el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo. Hoy en día, la lucha sigue por erradicar la violencia de género y lograr que exista una igualdad entre mujeres y hombres. Este objetivo tan ambicioso apunta hacia la democracia, hacia la libertad, algo más que igualdad entre hombres y mujeres. Existe un fuerte vínculo entre estado social, igualdad de género y democratización. Las brechas entre pueblos, entre hombres y mujeres, entre clases sociales, se mantiene. En este breve espacio de recuerdos y chispazos de Justicia, encontré, entre muchas, una mujer ejemplar, Mercedes Pinto, una española nacida en Canarias, que alzó su voz y denunció la exclusión y la represión. Es Eduardo Galeano el que, en una breve crónica, la recuerda. Menciona que en 1953, se estrenó en México una película de Luis Buñuel, el gran cineasta español, titulada: Él. Buñuel, desterrado español, había filmado la novela de su compatriota, Mercedes Pinto, que contaba los suplicios de la vida conyugal. Tres semanas duró la película en cartel. El público se reía como si fuera una de Cantinflas, así es la vida, en medio de la adversidad, la risa es un escape. La autora de la novela había sido expulsada de España en 1923. Ella había cometido el sacrilegio de dictar una conferencia en la Universidad de Madrid, cuyo título ya la hacía insoportable: El divorcio como medida higiénica. Caramba, menudo título, en un país dominado por la cultura patriarcal, que muchas veces va de la mano del totalitarismo. Ante la posición de doña Mercedes, el dictador Miguel Primo de Rivera la mandó llamar y le dijo: Hablo en nombre de la Iglesia Católica, la Santa Madre, y en pocas palabras le dictó la sentencia: —Usted se calla, o se va. Y Mercedes Pinto se tuvo que ir. Viajó hacia Lisboa y de allí se embarcó hacia Montevideo, el gran país de la democracia, desde los años veinte del siglo pasado. Uruguay y Costa Rica, gracias a la reforma liberal, introdujeron el divorcio desde finales del siglo diecinueve. España debió esperar hasta 1980. Mercedes no enmudeció, siguió cuestionando los mitos y los prejuicios que asfixian el alma de la mujer. Dejó huella en Uruguay, Bolivia, Argentina, Cuba y finalmente en México. Su vida personal y sus hijos, son los mejores testigos de su independencia y de sus reivindicaciones en favor de la mujer y de un mundo mejor. Un año antes de morir, en 1976, a los noventa y tres años, publicó un artículo en el que criticaba el machismo del hombre mejicano y la sumisión de las mujeres, censurando, de igual forma los concursos de belleza, sobre los que expresó los siguiente: “… ¿Qué les parece a las personas morales y sensatas, esa idea que no sé de dónde ha llegado de los concursos de belleza, en que se miden pechos y caderas como si las jóvenes fuesen animales en venta, y se pasean casi desnudas frente a los hombres del jurado y se escoge la más atractiva, para premiarla? ¿Pero qué pueden hacer muchachas de modestas familias, cuando les ofrecen miles de cosas insoñadas como viajes, películas, fama, dinero?... la culpa no es de ellas, sino de esos espíritus satánicos de comerciantes, que si ya no pueden vender esclavas de África, comercian igual con la carne femenina de la mujer inculta, pobre y, lo que es peor, desamparada de leyes y poderes… ¿Hasta cuándo las autoridades permitirán esa prostitución moral de la mujer, teniéndola así vencida y esclavizada?...”. Una opinión clara y lúcida de una mujer de noventa y tres años, que había recorrido América con su ideario y su compromiso. En este ramillete de contrastes y de superación para la humanidad, encuentro en el tema del patriarcado, muchos rostros y antifaces que se vinculan con la dominación, el autoritarismo y la inhumanidad. Uno de esos rostros desagradables lo describe Simone de Beavoir: “Nadie es más arrogante hacia las mujeres, más agresivo o desdeñoso, que el hombre que se siente ansioso respecto a su virilidad...”. Así es, en el plano individual, se describen estas situaciones y en lo social, queda mucho por hacer, porque detrás de las reivindicaciones de igualdad de género, hay un planteamiento político: más democracia, más igualdad y más equidad. No basta el plano individual, la lucha de las mujeres sigue pendiente, porque es la lucha de todos: la construcción de una sociedad más justa, más libre. Fernando Cruz Castro Presidente de la Corte Suprema de Justicia |