Palabras en Acto Cívico 11 de setiembre 2015 | ||
He creído oportuno en este nuevo aniversario del día de la Independencia nacional, hacer algunas reflexiones acerca de la identidad que como pueblo y como país tenemos. La pregunta acerca de ¿quiénes somos? tanto en el plano individual como en el colectivo, no es una cuestión fácil de responder. Quizá una forma directa de entrarle al tema, será preguntarnos si todo lo que se dice y decimos de nosotros mismos, es tan cierto como lo hemos creído. Estamos entrando en las movedizas arenas de los mitos y pre-juicios que alimentamos de manera irracional y por pura tradición sin detenernos a profundizar en las supuestas verdades que nos definen como sociedad y como pueblo: ¿quiénes somos los costarricenses, las y los ticos?. Tradicionalmente y desde aquella mitología nos definimos como un grupo humano de raza blanca, católico, heterosexual, democrático, culto, con tendencias al igualitarismo y la justicia social, todos estos rasgos como valores fundamentales y fundacionales de nuestra identidad y nuestra nacionalidad. ¿Cuánto verdad habrá en todo esto? Estoy convencido de que tales pre-concepciones deben ser sometidas a una mirada crítica. Pongamos como ejemplo y detengámonos, para no hacer muy larga esta intervención, en aquello de que somos una etnia predominantemente blanca. Si tomamos nota del desarrollo histórico y universal de las migraciones hacia el istmo centroamericano, nos daremos cuenta que los primeros homo sapiens que hoyaron estas tierras fueron de origen asiático, migraron hace más o menos doce mil años, atravesando el estrecho de Bering, entonces convertido en un puente de hielo y, de ahí, poblaron las bastísimas tierras de este continente hasta llegar, centurias después, al sur del continente y la mismísima Patagonia. Ese es el origen de los pueblos autóctonos de América, los primeros en llegar y paradójicamente hoy día los más relegados y marginados. Sea esta una ocasión propicia para recordar que, como nación, tenemos una enorme deuda con los pueblos originarios de nuestro territorio. Por otra parte, si nos atenemos a lo más documentado de la historia oficial, el próximo paso fue dado por el llamado descubrimiento, conquista y colonización de pueblos europeos sobre las Américas, hace solo algo más de quinientos años y, a partir de ahí, no sólo los hombres y mujeres “blancos”, que también mostraban diferencias en color de piel y en cultura, pues vinieron tanto ibéricos mestizados durante milenios con árabes y africanos, lo mismo que blancos anglosajones, originarios del norte europeo. Asimismo, para esta época, hace cinco siglos, los esclavizados africanos, la raza negra, que fueron traídos en oleadas ya en de la época colonial –de ahí viene, por cierto, el abuelo negro que todos los costarricenses tenemos- y, además, con posterioridad, un importante proceso migratorio durante el siglo XIX de afrodescendientes provenientes de Jamaica, buscaron libertad en nuestras costas o bien llegaron contratados para resistir lo que muchos otros no resistieron: la construcción del ferrocarril al Atlántico a través de la frondosa e inhóspita selva tropical. Valga esta oportunidad para rendir tributo a las mujeres y hombres negros que nos han definido como nación y siguen esperando la superación de los prejuicios y discriminaciones que han soportado por milenios. Ese mismo siglo XIX continuó viendo llegar europeos (alemanes, franceses, ingleses) a raíz del surgimiento y auge del cultivo del café, así como una importante oleada de italianos y de chinos, también comprometidos en la construcción del ferrocarril; hasta que, poco después, ya en el siglo XX vimos llegar judíos y libaneses, huyendo de la guerra y la persecución, gentes que se han quedado para forjar y contribuir también en el diseño de la nacionalidad costarricense. Este es el momento también para reconocer y valorar los aportes de estos migrantes y la huella indeleble que nos han dejado. Hoy día, hermanos centro y suramericanos, igualmente fugitivos de la violencia y el hambre, tocan a nuestras puertas en busca de un mejor futuro para sus hijos. No somos, como puede verse “blancos”, somos el resultado de un mestizaje milenario y riquísimo y eso, y no una supuesta pureza racial que ha llevado a la humanidad a los peores desastres, esa mezcla, digo, es lo que nos debe llenar de orgullo. Este maravilloso movimiento de gentes desplazándose desde todos los rincones del planeta y en todas las épocas, ha sido realmente la principal característica de nuestra nacionalidad. Los costarricenses que vieron llegar el Acta de Independencia hace 194 años eran unos muy distintos a los que somos hoy, no sólo por la confluencia de colores de piel, sino fundamentalmente por la confluencia de culturas y valores humanos que se han ido entremezclando y evolucionando hasta conformar, eso sí, una sociedad que sigue apostando por la convivencia con paz y justicia, con respeto a las reglas básicas que llamamos derecho y sabiendo muy bien que la democracia es el sistema político que mayores garantías ofrece para esa convivencia. La lección que debemos aprender de esta fragua de migraciones de muy diversos grupos humanos, a través de la historia, es que tenemos que respetar profundamente las diferencias, de todo tipo, de color de piel, tanto como de costumbres, creencias religiosas, afiliaciones políticas, diferencias de género y sexo, y en fin, todas esas cualidades que el ser humano hereda y cultiva en una diversidad que, por cierto, en estos días está proponiéndose llevar a principio constitucional, mediante una iniciativa del Poder Ejecutivo ante la Asamblea Legislativa, para que Costa Rica sea declarada una nación que reconoce y respeta esa pluralidad cultural y étnica. El principio ha de ser que somos iguales precisamente porque somos diferentes. Alegrémonos pues de poder celebrar este nuevo día de la Independencia con libertad, paz y anhelos de justicia. Tenemos una enorme responsabilidad sobre todo frente a estos niños y niñas que hoy nos acompañan. El regocijo que hemos compartido esta mañana con los animadores de este programa nos compromete también a asegurarnos que, por muchos años más, podamos seguir celebrando. Muchas gracias. José Manuel Arroyo Gutiérrez. |
Lic. Hugo Vega Castro
Lic. Sergio Bonilla Bastos
Licda. Andrea Marín Mena
Licda. Teresita Arana Cabalceta
Licda. Melania Chacón Chaves
Licda. Sandra Castro Mora
Lic. César González Granados
Licda. Mónica Chavarría Bianchini
Montaje: Licda. Karen Quirós Fumero
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