183 ANIVERSARIO DEL
PODER JUDICIAL
Dr. Luis Paulino Mora Mora
Presidente
Corte Suprema de Justicia
Muchas Gracias a todas las personas que nos acompañan hoy en esta actividad que se inscribe dentro del marco de conmemoración del 183 aniversario de la formal instalación del Poder Judicial costarricense.
Quiero resaltar el significado y la utilidad de hacer este tipo de celebraciones, muchas veces subestimadas, pero que a mi modo de ver, sirven para lograr la atención de la comunidad respecto de distintos temas; yo creo que no sólo es importante honrar las grandes fechas y causas a través de su remembranza, sino también a las personas que hacen la diferencia todos los días y ayudan a profundizar las raíces de la justicia en la democracia.
En esta ocasión quiero aprovechar este espacio para rendirle tributo a las mujeres del Poder Judicial, a los servidores que ponen su empeño diario, año con año, por hacer bien su trabajo, así como a aquellos que aportan con su creatividad ideas nuevas para mejorar nuestro servicio. Todos ellos representan la mejor cara de esta Institución y la enaltecen con su ejemplo de dedicación y servicio.
Saludo a los y las servidoras que reciben su reconocimiento al mérito y les extiendo mi más sincera felicitación en el nombre de las y los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, a quienes me honro representar para este acto. Quiero que reciban este sencillo homenaje, como símbolo de nuestro aprecio y agradecimiento por la lealtad y el espíritu de servicio que Ustedes han demostrado a lo largo de los años en los distintos puestos que desempeñan. Hemos considerado que reconocer al buen servidor es muy importante, por eso todos los años en esta fecha, también se lleva a cabo un reconocimiento “A la Excelencia Judicial o Buenas Prácticas de Gestión Judicial”. Con ese premio pensamos estimular y reconocer a aquellos grupos de trabajadores que –como lo dice el propio reglamento–, “se hayan destacado por su honradez, mística, transparencia, excelencia y dedicación al trabajo y que con su actitud grupal hubiese enaltecido al Poder Judicial.” Mis congratulaciones también a todos los participantes del concurso de buenas prácticas por sus iniciativas e interés en mejorar la institución. Para mi todos ustedes son ganadores por el sólo hecho de atreverse a salir de la rutina y exhibir una actitud de liderazgo en sus distintas áreas de trabajo.
Siempre he dicho que nuestra fortaleza radica en la calidad de nuestros servidores, en la firmeza de sus valores, en la actuación honesta y transparente en la firme y celosa defensa de los valores de libertad, dignidad humana e igualdad que sirven de soporte al estado social de derecho que se nos ha encargado resguardar. No podríamos celebrar casi dos siglos de una administración de justicia sólida y consolidada. Si no fuera por personas como ustedes y los miles de trabajadores que como ustedes han pasado por esta institución, la justicia costarricense probablemente compartiría el triste destino de muchos de nuestros homólogos en países latinoamericanos, hoy sumidos en su mayoría en el descrédito y la desconfianza.
Este año hacemos una celebración especial de la mujer, para sumarnos a la celebración del 60 aniversario del sufragio femenino y con ello, celebrar a la mujer costarricense. En nuestro caso, aquí en la casa de la justicia, aplaudimos a aquellas mujeres que destacan por su liderazgo en puestos de relevancia en el Poder Judicial costarricense. Ellas representan sin duda a la mujer actual, preparada, dinámica, capaz de aportar y creo que no me equivoco al señalar que ese 46% de funcionarias judiciales que tenemos actualmente en el poder judicial, también exhibe esas mismas características. Me atrevo a decir que en general la mujer costarricense ha sido gran artífice de nuestra historia y de nuestra institucionalidad y la justicia no es la excepción. Sin duda hoy cosechamos muchos frutos gracias a los aportes de la mujer.
Un pequeño recorrido por nuestra historia nos demuestra que la mujer costarricense aún cuando no tenía muchos espacios, en los pocos que tuvo siempre participó con compromiso y determinación. Así, muchas se propusieron cambiar la sociedad desde sus puestos de maestras que era unos de los pocos espacios permitidos a las mujeres de entonces. Entre un grupo de mujeres decididas a influir en la construcción del estado social a través de la educación, podemos citar como ejemplo a Carmen Lyra, Luisa González, Emma Gamboa. Para mencionar sólo los logros de una de ellas, se atribuye a Carmen Lyra la fundación de la Educación Preescolar Pública Costarricense, la introducción y aplicación del concepto de comedor escolar, no como “quitahambres”, sino como parte de una formación integral que incluye hábitos alimentarios e higiénicos además de la incorporación de la nutrición como aliada de la Pedagogía. Asimismo se le atribuye la fundación de la educación de adultos para la clase trabajadora y la inserción de la educación ambiental en las aulas costarricenses. Luisa González luchadora con ella de tantas causas en especial en la introducción de la filosofía montesoriana, describe como a pesar de las dificultades y obstáculos ella nunca se rindió. Textualmente cito sus palabras: “El escepticismo y la desesperanza se enredaban como un matapalo en la Escuela Maternal frente a una realidad social desajustada (se refiere a la pobreza extrema de los chiquillos que debían atender, que ella describía como “pobres matitas desmirriadas, agotadas prematuramente, hambrientos y desnutridos”; su trabajo lo describe así “era como pegar parches aquí y allá, como echar agua en un canasto. Pero no podíamos huir de los problemas… nos debatíamos todos los días en aquél mar de contradicciones, sintiéndonos incapaces de resolver radicalmente los graves problemas económicos y sociales que teníamos frente a nosotras.” A pesar de ello, nunca se rindieron, todo lo contrario, levantaron la voz y emprendieron la lucha por un cambio social. Ese es el coraje de la mujer costarricense aquí representado en esta faceta de la historia, pero que se replica una y otra vez constantemente en la construcción de nuestro país.
Un poco más atrás, aún cuando la mujer ni siquiera tenía esos espacios, mujeres como Emilia Solórzano de Guardia, esposa de Tomás Guardia, ejercían la única influencia que tenían, la del seno del hogar, para causas tan avanzadas como solicitar la abolición de la pena de muerte, acontecimiento éste que desdichadamente la historia ha sido bastante mezquina en reconocer como su mérito. Es talvez ese hecho una de las mayores influencias que una mujer haya tenido en la política criminal de este país, para colocarnos desde entonces, 26 de abril de 1882, como el segundo país en América Latina, en abolirla, (el primero fue Venezuela que lo hizo en 1863) y el quinto en el mundo. En el expediente legislativo del Departamento de Archivo de la Asamblea Legislativa, consta el acuerdo que le otorgó el benemeritazgo de la Patria a esta gran mujer precisamente por ese hecho, pese a la renuencia de algunos historiadores y políticos. En él se narra que ella junto con un grupo de mujeres había dirigido una nota a su esposo el dictador Tomás Guardia, un hombre de armas y carácter firme, solicitando que perdonara la vida del cabo Francisco Rojas que había sido juzgado por un intento revolucionario. La Diputada Teresa Zavaleta de Goicoechea quien propuso que se otorgara el benemeritazgo narra lo siguiente sobre ese hecho:
“Las mujeres de entonces, instadas por doña Emilia Solórzano de Guardia, levantaron un escrito pidiendo el indulto del Cabo Rojas en nombre del “respeto a la vida humana”.
Una vez más la historia registra éste testimonio de la sensibilidad de la mujer y de su pensamiento siempre avanzado con respecto al del hombre, a pesar de que la realidad siempre le ha sido adversa.
Aunque estos ejemplos citados representan apenas una ínfima parte del aporte de la mujer costarricense, los menciono como homenaje a su espíritu de compromiso y lucha constante por mejorar la realidad nacional. Ese legado ha continuado y sin duda se ha multiplicado para dar paso a una sociedad mucho más inclusiva hoy en día. No hace falta que elabore sobre esta realidad de todos conocida, sin embargo, sí quiero resaltar que el Poder Judicial es talvez uno de los lugares en que la mujer se ha abierto espacios en forma más dramática, y reconozco que al igual que en la sociedad en general, ese proceso ha estado lleno de obstáculos, aunque ninguno capaz de frenar el espíritu y capacidad evidente de tantas mujeres ejemplares que han abierto camino para hacer de nuestra justicia un servicio más inclusivo y humano. Desde Doña María Eugenia Vargas, como primera jueza de este país, cada una de las mujeres aquí hoy distinguidas, cada una de ellas seguramente ha tenido mucho mérito en ese cambio.
Aquí quiero aprovechar para reconocer el liderazgo de Doña Zarella Villanueva por una política de equidad de género, tarea que ha emprendido incesantemente y contra el esceptismo característico de nuestra cúpula frente a cualquier cambio, especialmente si este es cultural e intelectual a la vez. Se que todas las mujeres que hoy honramos, muchas de ellas mis compañeras y amigas, están por encima de reconocimientos y trivialidades, pero es importante hacerles saber que ustedes representan para tantas otras mujeres un ejemplo de que cuando se tiene capacidad y empeño, nadie les puede poner techo, ni siquiera siglos de una cultura machista son capaces de hacer que mujeres como ustedes dejen de brillar. Mi agradecimiento y recogimiento a todas ustedes.
Puedo afirmar con seguridad que vendrán mejores tiempos para la institución gracias a esta incorporación cada vez más presente de la mujer, y a un recurso humano cada vez más creciente, que al igual que ustedes, cree en la ética en el servicio, en la ética personal, en la dignidad e igualdad de todas las personas, en la justicia como mecanismo de equilibrio social; con esa fortaleza de espíritu que da una ética sana, podemos decirle a la sociedad con orgullo y satisfacción que su confianza en nosotros está bien depositada y que esta Institución seguirá rindiendo frutos por muchos años más.