EL IDA , CRISIS Y OPORTUNIDADES

 

Dr. Carlos Bolaños Céspedes

Tribunal Agrario 

 

En los últimos días hemos conocido a través de los medios de comunicación una serie de denuncias y cuestionamientos sobre el funcionamiento del Instituto de Desarrollo Agrario, que han expuesto a esa entidad al escrutinio público.

El punto más álgido parece ser el tema de las adjudicaciones de terrenos, a quienes no llenan los requisitos, desviándose la Institución de los fines para los cuales fue creada.

Esta situación si bien es importante por sí misma por la necesaria transparencia de las actuaciones públicas, nos debe llamar la atención sobre lo que hay de fondo, que es a mi juicio la pérdida de rumbo de la institución, en el nuevo entorno.
 
Diagnóstico de la crisis
 
Definitivamente hay que reconocer, el IDA, desde su nacimiento, como Instituto de Tierras y Colonización, por Ley 2825 de 14 de octubre de 1961, ha contribuido a la paz social en nuestros campos, por medio de la dotación de tierras a nuestra población rural. El esfuerzo distributivo es innegable. A través de sus programas de titulación de tierras en la reserva nacional, compra de fincas para resolver problemas de ocupación precaria y en general creación de asentamientos campesinos, ha evitado los graves procesos de concentración de la tierra en pocas manos, con sus secuelas de pobreza rural.

 No obstante, es claro también que la entrega de parcelas y los procesos de recampesinización, no resuelven el problema del desarrollo rural, y hemos visto, que muchas de esas parcelas, terminan siendo vendidas a veces en forma ilegal por sus beneficiarios, haciendo perder el esfuerzo del Estado y por ende de todos nosotros como país.

El problema no es, en lo fundamental, de corrupción de nuestros campesinos, aunque también existe ese factor, el tema es que la tierra por sí misma no es garantía de que la población rural va a salir de la pobreza. La tierra es solo un elemento de la producción, que debe ser acompañada de asistencia técnica, crédito y apoyo en la comercialización. Aquí es donde el IDA no ha podido dar el salto, y tal vez el problema es que no puede por sí misma hacerlo, pues otras instituciones del Estado tendrían que aportar a ese esfuerzo. Pero también requerimos una visión distinta, la meta debe ser transformar a esos campesinos, en productores, y luego en empresarios agrarios. En los últimos años, en nuestro país, la agricultura muestra tendencias muy contradictorias y heterogéneas, por un lado un sector exportador agrícola exitoso, de la mano de productos como el banano, el melón, la piña, y del otro lado un nutrido grupo de pequeños medianos productores, sobre todo de granos básicos, empobrecido y dejado a su suerte, y que subsiste gracias al arraigo ancestral que tienen nuestros campesinos por la tierra y es que, aumento en las exportaciones agrícolas, no es sinónimo de desarrollo rural, por ello aunque nos alegramos del repunte de muchos de esos productos, no nos hacemos ilusiones en cuanto a la repercusión que ello tiene en las condiciones de vida de nuestras familias rurales.
 
Un nuevo modelo de desarrollo rural
 
Costa Rica necesita replantear entonces su modelo de desarrollo rural. Dentro de una visión inclusiva y solidaria, debemos diseñar políticas públicas y aprobar legislación, para que en un proceso, nuestros pequeños productores alcancen la competitividad necesaria para rentabilizar su producción y organización empresarial, ello dentro de una visión de desarrollo sostenible, en términos sociales y ambientales. En cuanto a lo social nos referimos a la búsqueda de esquemas empresariales, donde se incorpore a la mujer, al joven, y las ganancias queden en la comunidad. En lo ambiental, la protección de los recursos naturales y ambiente, es ineludible.. Es más, en este aspecto las experiencias del agroturismo y el turismo rural comunitario, son una gran esperanza para el pequeño productor, aprovechando el gran auge de este sector, al lograr encadenamientos, con los hoteleros para mostrar al turista, una perspectiva distinta del país, donde se conjugan, tradiciones culturales autóctonas, rutas grastonómicas, senderismo, ecoturismo y ventas de artesanía Por ello, el IDA debe apuntar en esa dirección para transformar los asentamientos campesinos tan empobrecidos, en emporios de desarrollo rural, dentro de la visión de una agricultura multifuncional, tal y como actualmente se conceptúa en Europa y los Estados Unidos.