EL IDA , CRISIS Y OPORTUNIDADES
|
Dr. Carlos Bolaños Céspedes Tribunal Agrario
|
En los últimos días hemos conocido a través de los medios de
comunicación una serie de denuncias y cuestionamientos sobre el
funcionamiento del Instituto de Desarrollo Agrario, que han expuesto a
esa entidad al escrutinio público. El punto más álgido parece ser el tema de las adjudicaciones de terrenos, a quienes no llenan los requisitos, desviándose la Institución de los fines para los cuales fue creada. Esta situación si bien es importante por sí misma por la necesaria
transparencia de las actuaciones públicas, nos debe llamar la atención
sobre lo que hay de fondo, que es a mi juicio la pérdida de rumbo de la
institución, en el nuevo entorno. No obstante, es claro también que la entrega de parcelas y los procesos de recampesinización, no resuelven el problema del desarrollo rural, y hemos visto, que muchas de esas parcelas, terminan siendo vendidas a veces en forma ilegal por sus beneficiarios, haciendo perder el esfuerzo del Estado y por ende de todos nosotros como país. El problema no es, en lo fundamental, de corrupción de nuestros
campesinos, aunque también existe ese factor, el tema es que la tierra
por sí misma no es garantía de que la población rural va a salir de la
pobreza. La tierra es solo un elemento de la producción, que debe ser
acompañada de asistencia técnica, crédito y apoyo en la
comercialización. Aquí es donde el IDA no ha podido dar el salto, y tal
vez el problema es que no puede por sí misma hacerlo, pues otras
instituciones del Estado tendrían que aportar a ese esfuerzo. Pero
también requerimos una visión distinta, la meta debe ser transformar a
esos campesinos, en productores, y luego en empresarios agrarios. En los
últimos años, en nuestro país, la agricultura muestra tendencias muy
contradictorias y heterogéneas, por un lado un sector exportador
agrícola exitoso, de la mano de productos como el banano, el melón, la
piña, y del otro lado un nutrido grupo de pequeños medianos productores,
sobre todo de granos básicos, empobrecido y dejado a su suerte, y que
subsiste gracias al arraigo ancestral que tienen nuestros campesinos por
la tierra y es que, aumento en las exportaciones agrícolas, no es
sinónimo de desarrollo rural, por ello aunque nos alegramos del repunte
de muchos de esos productos, no nos hacemos ilusiones en cuanto a la
repercusión que ello tiene en las condiciones de vida de nuestras
familias rurales. |