Opinión

Nuevos tiempos… nueva Constitución

Lic. Luis Roberto Ramírez M.*

Alguna vez un líder dijo que para lograr que el pueblo respetara el orden establecido existían dos vías: la fuerza o el convencimiento. Para quienes defendemos y creemos en el sistema democrático, obviamente el uso de la fuerza para estos efectos es totalmente inaceptable.

Traigo esto a colación precisamente para abordar dos temas que a mi juicio son trascendentales en los actuales tiempos. La pérdida de la confianza de la ciudadanía en la democracia para afrontar los problemas actuales de las sociedades -fenómeno mundial al que no escapa nuestro país- y la siempre presente discusión respecto al tema de la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

Hasta hace poco tiempo estaba en contra del tema creyendo que con reformas parciales podíamos salir adelante. Sin embargo, al ver el estado de inacción en que hemos caído y que nos carcome como sociedad, en donde ninguno de los tres poderes de la República ni la sociedad civil organizada parecen tener un norte claro sobre cómo retomar la buena senda, llegué al convencimiento de la urgente necesidad que tenemos por darnos una nueva carta magna que responda a las exigencias actuales.

El constitucionalista Loewenstein sostenía que la Constitución no debe ser otra cosa que la propia forma de ser de un pueblo. Así, vale preguntarse ¿mantenemos los costarricenses de hoy la misma forma de ser que tenían nuestros antepasados en 1949? Sin lugar a dudas la situación es compleja, la coyuntura mundial postpandemia unida a la velocidad con que se transforma la sociedad nacional e internacional producto de los efectos de la Cuarta Revolución Industrial nos demanda actuar en consecuencia con esto.

Por ello es necesario impulsar una nueva forma de organización política y jurídica, que sustente estructuras económicas y sociales que nos permitan insertarnos en la nueva corriente y garantizar oportunidades para alcanzar una mejor calidad de vida para todas las personas. Nuevos hechos sociales requieren nuevas normas jurídicas que los interpreten adecuadamente y modernicen nuestra institucionalidad. Debemos ir a la Constituyente con el espíritu de la Constitución francesa de 1793, que se erigió bajo la premisa de que una generación no puede imponer sus leyes a las generaciones futuras. Es hora de atrevernos a cambiar, de recuperar el rumbo correcto y apostar por ser grandes.

Eso sí, debemos impulsar una Constituyente de amplia participación para que perdure en el tiempo y permita construir desde los disensos una visión país de futuro compartido. Isócrates enseñaba que la Constitución es el alma de los estados, llegó la hora de decidir qué alma queremos mostrar. Los beneficios que podemos obtener superan con creces la complejidad y dificultades que pueda presentar el proceso.

Nuevos tiempos… nueva Constitución.

*Abogado

“Una buena Constitución es infinitamente mejor que el mejor de los déspotas”

Thomas Macauly

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

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Lunes 11 Octubre, 2021

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Lic. Luis Roberto Ramírez M.*

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