Beligerancia anti funcionario público
Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes
19 febrero, 2021
Sinceramente
He leído en los pasados
meses expresiones fuertes y descalificativos hacia los trabajadores del sector
público. El país es testigo cómo la argumentación de nuestros días pasa por
descalificar a alguna de las partes para acabar con su credibilidad y restarle
fuerza a sus argumentos. En la actualidad los razonamientos se descartan y el
insulto reina parejo. El país ha observado cómo la discusión en nuestros días
sobre el déficit fiscal ha sido sobre la reducción del estado y la del gasto
público. Hemos escuchado argumentos contra las pensiones de hacienda y contra
los salarios, pluses e incentivos de los trabajadores. Importante decir que, si
bien el gasto debe de reducirse, también resulta fundamental señalar que ese
esfuerzo por restablecer el equilibrio fiscal no es un asunto personal contra
quienes laboran en ese sector.
Se ataca a los empleados
públicos y a los dirigentes sindicales por los alcances de convenciones
colectivas, leyes de encadenamiento médico, de pluses, de transferencias a
grupos. ¿Quién autorizó las mismas si no fueron diputados, ministros,
presidentes ejecutivos y juntas directivas de las autónomas? Se ataca a quienes
recibieron los beneficios, pero se ignora a quienes los otorgaron. Si no
hubiera habido esa autorización no existirían los privilegios. ¿Por qué atacar
a los servidores por ello?
El respeto entre las
partes, la seriedad en las demandas y la clara noción de las posibilidades del
país para satisfacerlas deben ser guía para los sindicatos del Costa Rica en
sus demandas. El resguardar estabilidad y sostenibilidad de los sistemas de
remuneración, pensiones y garantías resulta fundamental para los
costarricenses.
La burocracia funciona en
el país trabajosa y lentamente, desarrolló una maraña de trámites y
procedimientos que la favorece pero que en nada ayuda a los usuarios de los
servicios. Pero la responsabilidad por estos desaguisados no es de los
individuos sino de los jefes y gerentes, ministros y presidentes ejecutivos.
Personalizar la queja contra quienes laboran y derivan el sustento de sus
familias de esas tareas es absolutamente injusto.
Con facilidad se
descalifica la tarea del funcionario público espetándoles “pegabanderas”,
“vagabundos”, “corruptos”, “ignorantes”. No debemos confundir la organización
procurada por quienes dirigen las instituciones con los servidores de estas. No
debemos atacar el déficit fiscal con burlas e insultos hacia los trabajadores
que son mandados y no deberían en consecuencia ser descalificados por lo que no
tienen responsabilidad alguna. Quien contrató funcionarios tiene la
responsabilidad por el exceso innecesario de trabajadores. Nunca son los
contratados responsables de la decisión de contratación.
La reforma del estado es
urgente. Nuevos procedimientos informáticos, métodos y sistemas deben de ser
implementados para que sean más amistosos con los usuarios de esos servicios.
Metas claras de cumplimiento y de eficiencia en los servicios prestados deben
trazarse. Una estrategia global de servicio y operación del sector público debe
de estar en posición. Debemos planear nuestra organización estatal con años de
antelación. El orden, la profesionalización, los objetivos, la economía, la
eficiencia y la eficacia deben de ser nortes en toda esta reforma estatal en
organización. La burocracia que a todos nos sirve no debe de ser herramienta
política electoral ni fuente de contratación de estructuras partidarias. No
debe de haber funcionarios en exceso de las necesidades de las instituciones o
del gobierno.
¿Qué logramos atacando en
lo personal a quienes cumplen con las tareas encomendadas? ¿Por qué dañar a
seres humanos que comienzan a vivir la incertidumbre de cuánto será su futuro
laboral? ¿Por qué ser enemigos de quienes son los servidores de todos los
costarricenses? El país debe de cambiar esa orientación en su diálogo nacional
de todos los días sobre este particular.
Un país moderno requiere
de una burocracia estatal eficiente, profesional, estable y bien remunerada.
¿Por qué explotar a quienes sirven los asuntos comunes? Sin embargo, no se
deben de contratar más funcionarios de los que el país puede necesitar o pagar,
pero de allí a mal pagar a quienes sirven a todos no es justo tampoco.
Se agrede a los sindicatos
del sector público y a sus dirigentes. Se les llena de descalificaciones y de
improperios. ¿Cuál es la función de los sindicatos? ¿Qué deben procurar sus
dirigentes? Podemos discrepar de los medios y podemos incluso discrepar de los
fines que los sindicatos del sector público persiguen. De su existencia y de su
utilidad democrática no debemos hacerlo. Ambos son los contrapesos de la
jerarquía estatal, así como de las organizaciones similares del sector privado
del país. La organización democrática es desde Montesquieu un sistema de frenos
y contrapesos estatales entre sí pero también de frenos y contrapesos sociales
para que la comunidad no se parcialice en torno a uno solo de sus sectores
constitutivos.
Los sindicatos no pueden
pedir más de lo que el país puede dar. Los sindicatos no pueden en el sector
público atentar contra la estabilidad fiscal del gobierno. Los sindicatos
responsables y maduros deben de recomendar y buscar afanosamente el bienestar
de sus agremiados y de los costarricenses en general.
Hablar más entre los
sectores, comprender mejor el papel de cada uno, dejar de descalificar y
mejorar las argumentaciones respecto de la organización de nuestro sector
público es en consecuencia indispensable para la salud social y política del
país.
Una reforma del estado que
construya cuanto deseamos en tamaño, eficiencia, servicios y calidades es
urgente. Un intercambio de descalificaciones e insultos es lo último que el
país necesita y resulta ser de lo más indeseable en cualquier discusión que
busque construir y lograr proyectar al país hacia un futuro promisorio.