Opinión: Defendamos la independencia judicial
Noviembre 13, 2019
Veintinueve
diputados, en contra del principio de independencia judicial, han propuesto una
reforma de la Carta Fundamental, con el propósito, por un lado, de reducir de
ocho a cinco años el período de nombramiento de los magistrados y del otro,
permitir solo una reelección, pero condicionado a que tal reelección cuente con
el voto favorable de 38 diputados. Esta reforma debilita la división de
poderes, la independencia del poder judicial y el funcionamiento de la
democracia, en la medida que se quiere someter al control del poder político la
administración de la justicia.
La estratagema que
se esconde detrás de este proyecto es muy simple: si me agradan sus sentencias
y decisiones te nombro y mantengo en el cargo, caso contrario no te reelijo.
Con este proyecto no solo se compromete la independencia del Poder Judicial
sino, también, la independencia del Tribunal Supremo de Elecciones y del
Ministerio Público, dado que entre las competencias del Poder Judicial se
encuentra la elección de los miembros de estas dos instancias. Así pues, es
mucho lo que está en juego.
La independencia
judicial es un derecho humano fundamental mediante el cual se garantiza a todas
las personas un juicio imparcial, celebrado de conformidad con lo que establece
la Constitución y la ley. Es un derecho que garantiza a todas las personas que
su caso será resuelto por jueces independientes, es decir, por jueces no
subordinados a ningún grupo de presión, autoridad o poder público. Se trata,
por tanto, de un derecho humano fundamental. De ahí que, si la justicia es para
la gente, por el bien de la seguridad jurídica ciudadana, de la defensa de la
democracia y la garantía del Estado de derecho, hay que levantar la voz y
defender la independencia judicial.
Si bien es
necesario reformar el sistema de elección de los magistrados, esta reforma debe
ser para fortalecer la independencia de los jueces, jamás para debilitarla. En
tal sentido, diversas propuestas coinciden en la necesidad de incrementar la
edad para la elección de los magistrados de 35 a 50 años de
edad y que su nombramiento sea por una sola vez, por un plazo de doce
años, por ejemplo, o de forma vitalicia. El propósito de estas propuestas es la
de asegurar que quienes resulten electos sean personas maduras, con mucha
experiencia y como culminación o reconocimiento de una exitosa carrera
profesional, que los coloque en una situación de libertad, independencia y de
no deberle nada a ninguna persona o partido político.
Además, la Corte
requiere otras reformas relacionadas con su forma de administración. No es
posible que los magistrados, que no son administradores, se desgasten en
cuestiones administrativas. El buen servicio y la tutela judicial efectiva
exigen que se dediquen a tiempo completo a las funciones jurisdiccionales; tal
vez, así podamos tener justicia pronta y cumplida.
Más allá del
análisis de estas y otras reformas que requiere ese Poder de la República,
ahora, lo que se impone es denunciar y oponerse, al proyecto de reforma
constitucional aquí comentado. Nuestra Carta Fundamental requiere de muchísimas
reformas, pero estas deben ser el producto de un debate abierto, inclusivo,
igualitario, transparente, pausado y concertador, es decir, muy democrático.
De momento,
advirtamos que la independencia judicial hay que defenderla, si es del caso,
hasta con la sangre de quienes creemos en el Estado constitucional, democrático
y social de derecho. Tenemos que estar alertas ante el populismo legislativo.
En una democracia no hay fines que valgan la pena cuando los medios para
obtenerlos son reprochables.
Alex Solís F.