La violencia doméstica es un crimen

Escrito por Dr. Carlos Araya Guillén    Lunes 07 de Julio de 2014 00:00

Después de la histórica clasificación de nuestro país a “cuartos de final” creció el número de agresiones domésticas en el territorio nacional. La central 9-1-1 registró casi 500 denuncias por violencia intrafamiliar.

Es un grave problema social. Un crimen de lesa humanidad. Un acto de cobardía. Una conducta impropia asumida por hombres machistas que llevan su indignidad en la mente, en sus manos y en los pies. Agredir a una mujer es una bajeza moral que nos ubica en la animalidad. Es un atentado contra los derechos humanos propio de sociedades patriarcales, donde las esposas, las novias y las hijas son una cosa material propiedad del “marido”.

Cuando las Naciones Unidas, en su sesión plenaria del 20 de diciembre de 1993, ratifica su lucha por eliminar las agresiones contra la mujer, afirma con claridad que por ella “se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.

En este contexto vale afirmar que la violencia doméstica es contraria a la naturaleza humana. Hombres y mujeres están formados para la convivencia, para la fraternidad y el respeto. No somos lobos. Nuestro ser persona reclama un ideal perfectísimo de amor al prójimo, de solidaridad, de auxilio mutuo, de bondad y entendimiento.

Sigo creyendo que el fin de la comunidad hombre-mujer es el amor donde prima la felicidad como bien supremo. Por eso, lo importante no es simplemente existir, sino vivir bien (no hablo de riqueza material) y de conformidad a las virtudes y bajo la salvaguardia de principios éticos y cotidianas acciones morales.

Por lo anterior, conmueve que una mujer que unió su vida a un hombre para formar una familia y ser feliz le haya escrito a su compañero: "Cada instante de mi vida, cuando estaba a tu lado sentía que se me acababa la vida, cuando tú me tratabas con malas palabras y me pegabas, sentía que así no podía seguir más contigo, porque tengo mucho miedo cuando me amenazas, porque todos los días le doy gracias a Dios y a la Virgen de los Ángeles, por haberme dado otra oportunidad de vida, yo no quiero irme más contigo, porque tengo miedo de morir, yo quiero seguir viviendo hasta que sea Dios quien me quite la vida...".

La autora de esta confesión fue asesinada, junto con su hijo, en el año 2011, después de una relación de varios meses con el homicida. El manuscrito fue encontrado después del crimen.

Todos estamos llamados a combatir con estrategias específicas la violencia contra la mujer. Hoy, más que nunca, se debe prevenir, sancionar y erradicar este flagelo que afrenta la igualdad, la integridad y la libertad de esta. La mujer es una bendición, una gracia divina y una pareja de esperanza. En el orden y la armonía del universo la mujer es un sublime hálito de inteligencia que extiende su presencia benefactora en el desarrollo de la humanidad. La mujer es luz, fe y ejemplo.