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El Dr. Luis Paulino Mora Mora,
Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Repśblica de Costa Rica,
ha fallecido.
Esa noticia, debo reconocerlo, me sorprendi— en la
madrugada del lunes, pues m‡s all‡ de coincidencias o de diferencias, en
una Žpoca de muchas -tal vez demasiadas- crisis a nivel nacional, don Luis
Paulino representaba un baluarte de solidez, de calma, con un discurso y un
mensaje siempre mesurado, pero tambiŽn enŽrgico, cuando as’ lo ameritaban
los hechos, que invitaba a la poblaci—n nacional a pensar, algo que muy pocos
hacen en los tiempos que corren.
Tuve m‡s de una diferencia con don Luis Paulino Mora Mora. El tema del viaje a China motiv— un intercambio
entre Žl y mi persona a travŽs de art’culos publicados en LA PRENSA LIBRE,
Žl defend’a dicho viaje y yo opinaba que era innecesario.
TambiŽn opinamos diferente sobre el discutido asunto de
los megadespachos, que Žl consideraba algo
necesario y yo por mi parte siempre he discutido, pues vi y sigo viendo en
ellos una mentalidad centralista, por la cual se reśnen en un solo lugar,
concretamente Goicoechea, las oficinas judiciales de varios cantones. Esto
puede ser muy pr‡ctico para los funcionarios judiciales y para los
litigantes, pues lo que antes implicaba recorrer varios cantones para
revisar expedientes, entregar escritos, sacar copias o asistir a una
diligencia judicial, ahora se concentra en un solo sitio; la idea era
seguir con un megadespacho en los Hatillos que
atendiera los cantones del oeste de San JosŽ. Me opuse a eso y lo seguirŽ
haciendo, porque la primera preocupaci—n en la administraci—n de justicia
no deben ser ni los funcionarios judiciales, ni los litigantes, sino los
administrados -las personas-, a las que debe procurarse en sus cantones un
acceso directo a la justicia.
Reconozco que las veces que lo hablŽ con don Luis
Paulino, sus razones eran realmente s—lidas y adem‡s las sab’a plantear muy
bien, pues esa era una de sus cualidades, don Luis Paulino, en una
conversaci—n privada ten’a y desplegaba un encanto particular, sab’a c—mo y
en quŽ momento presentar sus ideas, c—mo defenderlas y era hombre educado
que escuchaba lo que se le dec’a, precisamente para poder replicar o
coincidir, pues ten’a la honestidad intelectual de aceptar las cosas que le
parec’an buenas y no se obcecaba por defender una postura por el puro gusto
de hacerlo.
Nobleza obliga y debo reconocer que si bien defendi— los
megadespachos, tambiŽn impuls— la construcci—n y
apertura de sedes del Poder Judicial en toda la geograf’a nacional, m‡xime
que una de sus preocupaciones eran las enormes sumas de dinero que se
gastan en cada presupuesto, en alquileres de inmuebles.
Lo conoc’ en ILANUD, me lo present— don Jorge Arturo
Montero Castro de grata memoria, cuando me acerquŽ un d’a por las oficinas
del Organismo, en donde laborŽ en el primer lustro de la dŽcada de 1980,
como corresponsal en Argentina, Uruguay y Paraguay, ya de regreso en el
pa’s, me encontraba haciendo tr‡mites para convalidar las materias de la
carrera de Derecho y Procuraci—n que cursŽ en la Universidad Nacional de
Buenos Aires, Argentina y fue precisamente por consejo de don Luis Paulino
y de mi t’o, el Dr. RubŽn Hern‡ndez Valle, que me dirig’ a la Universidad
Aut—noma de Centro AmŽrica, ya que ah’ se me permit’a matricular las
materias que obligatoriamente deb’a cursar mientras convalidaba mis
estudios en Buenos Aires, lo cual significaba un ahorro de un a–o o m‡s de
tiempo.
Nos vimos luego en la Asamblea Legislativa cuando como
asesor ad-honorem del Lic. JosŽ Miguel Corrales Bola–os y bajo la gu’a y
experiencia del Lic. JosŽ Miguel Villalobos Uma–a, brillante asesor
principal, se trataba la creaci—n de la Sala Constitucional y de la Ley de
la Jurisdicci—n Constitucional.
Cuando me desempe–Ž en el Viceministerio de Justicia en
2002, siendo ministro don JosŽ Miguel Villalobos Uma–a, don Luis Paulino,
atento a los temas importantes me llamaba para estar informado sobre la
fusi—n de dos organismos: CENADRO, Centro Nacional de Drogas y CICAD,
Centro de Inteligencia y Control de Drogas, que dio como resultado la
creaci—n del Instituto Costarricense sobre Drogas, ICD, estando el suscrito
a cargo de dicha fusi—n, para don Luis Paulino era vital saber c—mo
marchaba algo tan importante para el pa’s. TambiŽn habl‡bamos de muchos
otros temas, pues el Ministerio de Justicia est‡ en continuo di‡logo con el
Poder Judicial, cuyo jerarca era ya don Luis Paulino y me constaÉ, era
incansable en su misi—n.
Pero lo que pinta de pies a cabeza su car‡cter es algo
que pas— siendo Žl Ministro de Justicia, laboraba yo en la Direcci—n
General Para Refugiados, adscrito a Refugiados de Migraci—n, cuando don
Luis Paulino llam—, en la Reforma estaba un joven que hab’a cumplido
sentencia, pero que ten’a largo tiempo de seguir detenido por estar
indocumentado, ya que desconoc’a donde hab’a nacido, la negativa de
Migraci—n a darle libertad lo ten’a al borde de la locura, al punto que una
ONG interpuso una denuncia ante organismos internacionales por violaci—n a
los Derechos Humanos. Puedo dar fe que don Luis Paulino, m‡s all‡ de sus
funciones como Ministro, hizo lo posible y lo imposible, al grado de
pelearse con gente del m‡s alto nivel en el gobierno para que se respetaran
sus derechos, al que finalmente, como ap‡trida que era, se document— y se
permiti— salir. Su preocupaci—n era el ser humano y el respeto a sus
derechos, en eso era inclaudicable.
As’ lo quiero recordar, porque eso practic—, eso me
ense–— y por esoÉ, Ágracias don Luis PaulinoÉ!
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