S‡bado 23 DE FEBRERO DEL 2013
Esteban Mata emata@nacion.com
12:00
a.m. 24/02/2013
Cuando
do–a Juanita Mora se cas— con el palmare–o V’ctor
Manuel Mora, el pap‡ de la novia procur— que nada les faltara. Les puso varios
negocios y de casi nada carecieron. Lo śnico que los desvelaba era que no
pod’an tener familia.
Casi
setenta a–os despuŽs, sentado en una silla del corredor de su casa de madera,
Juan Mora, hermano de do–a Juanita, record— que, Ňen una operaci—n, los mŽdicos
le encontraron en el vientre un feto, de los que se hacen piedraÓ.
ŇLe
quitaron ese feto de piedra y, luego de salir de esa enfermedad, qued—
embarazada de su śnico hijoÓ, record— Juan Mora. Nadie en la familia alcanz— a
sospechar que ese hijo, al que llamaron Luis Paulino, acabar’a siendo
presidente de la Corte Suprema de Justicia.
Un
d’a, V’ctor Manuel Mora dej— la casa, y do–a Juanita cri— a su hijo, Luis
Paulino, con el apoyo de su acomodada familia, agreg— el t’o del extinto
magistrado.
El
viento corta con sus navajas el paisaje puriscale–o,
mientras Juan Mora agrega que aquel sobrino vivi— sus primeros a–os en una casa
al costado oeste de la plaza de Santiago de Puriscal, en el centro del cant—n.
All’ asisti— a la reciŽn estrenada iglesia, una estructura de 50 metros de
largo, 28 de ancho y 25 de altura, que hoy se resiste a caer, pese a las
fracturas que la reventaron en la dŽcada de los 90.
Todo
vecino de a pie en Puriscal al que se le pregunt—, afirma que la iglesia fue
construida con el aporte del abuelo de Luis Paulino Mora.
En
esa iglesia, su maestra de primer grado, Nora Le—n, lo hizo desfilar como ŇportacolasÓ en su boda en 1950. Hoy, con 84 a–os a cuestas,
Le—n lo recuerda como un Ňchiquillo bien plantadoÓ, que caminaba con elegancia,
como si ya desde entonces practicara para un andar acorde con su magistratura.
La
maestra tambiŽn recuerda c—mo, siendo ya presidente de la Corte, Luis Paulino
Mora le ayud— a agilizar la entrega del cuerpo de un pariente que hab’a
fallecido de forma repentina. ŇSiempre fue muy atentoÓ, dijo, mirando una a–eja
foto en un retablo de madera, donde el futuro juez aparece r’gido, con tirantes
y cabello engominado.
Pero
la infancia del desaparecido juez no se limit— al centro de Santiago. Pronto a
ŇLuis Paulino se lo llev— la mam‡ adonde otra hermana, que ten’a un almacŽn en
BarbacoasÓ, de Puriscal, recuerda el t’o, Juan Mora, de 89 a–os.
En
esa casa en Barbacoas, aśn en pie, el ni–o, que tambiŽn fue ministro de
Justicia de îscar Arias, entre 1986 y 1989, asole— su infancia en los potreros
de la familia, y trabajaba en el orde–o y la compra de abarrotes para el
negocio que administraba su mam‡.
Era
un local grande, esquinero, diagonal a la iglesia. All’ , junto con sus t’os
Rafael Morales y Zoyla Mora, ayudaba a atender la
farmacia, la tienda de abarrotes, la bodega para granos y los billares.
Con
el tiempo, lleg— la śnica televisi—n del pueblo, que permit’a una peque–a vida
nocturna en el lugar, dice Margarita GutiŽrrez, quien cuida la casa donde vivi—
de ni–o Luis Paulino Mora. A sus 68 a–os, lo recuerda como un muchacho
ŇnovieroÓ y Ňbien parecidoÓ.
Del
pueblo. A una semana de su
muerte, el recuerdo de Luis Paulino Mora recorre las calles de Santiago y de
Barbacoas, en cada esquina, en las chicharroneras,
las cantinas, los corredores de madera, donde las casas se aburren de sol.
M‡s
all‡ de la polŽmica y los honores propios de su cargo, los vecinos de los Mora
de Puriscal hablan del muchacho alto que jugaba bola en la plaza que hoy es un
parque. TambiŽn se recuerda su voz poderosa y su gusto por las carnes, los
chicharrones, acompa–ados de alguna bebida espirituosa, y la mśsica ranchera.
No
hay espacio aqu’ para los conflictos de la Sala IV, su papel como ministro de
Arias, su cercan’a al poder y sus decisiones sobre temas ‡lgidos como la mina
Las Crucitas o la fertilizaci—n in vitro. Aqu’, por estos cuadrantes que van,
cuesta abajo, hacia el oeste, anda el recuerdo de un hijo de campesinos y
comerciantes.
Entre
esas voces est‡ la de Lidio Leiva, que se hincha de orgullo al recordar que fue
compa–ero de catecismo de Luis Paulino Mora.
Acomodado
en una mecedora, en la m‡s azul de las casas de la calle que va a Mercedes
Norte, Leiva relata, con el tono de un jugador de gallos, que los s‡bados
despuŽs de clases se iban a una finca a nadar.
ŇNos
llevaban a un guayabal, y le dec’amos Ôel Guayabal de Callica
CharpantierŐ. Ah’ llev‡bamos picadillos de chicasquil, empanadas y dulce de ayote. ębamos todo el
grupo de catecismoÓ, recuerda.
Lidio
Leiva no tuvo la suerte ni la cuna de Luis Paulino Mora, pero dice que fueron
amigos Ňtoda la vidaÓ. Por eso, fue al funeral m‡s concurrido que ha visto en
su vida, a despedirse de Žl el lunes pasado.
Y
Leiva puede hablar con propiedad de funerales, pues entre 1977 y 1987 fue
panteonero de la Municipalidad de Puriscal.
ŇMejengue‡bamos en las tardes en el parque, descalzos, pero
Luis Paulino jugaba con tenis, porque ten’a platillaÓ, agrega.
Al
cumplirse una semana de su muerte, el luto embarga a sus familiares m‡s
cercanos, en su casa en Alajuela, y tambiŽn en Puriscal.