San JosŽ, Costa Rica, S‡bado 24 de febrero del 2013

EL TESTAMENTO DEL MAGISTRADO MORA MORA: LA DEFENSA DE UNA JUSTICIA AMENAZADA

Fernando Cruz Castro*

A prop—sito del deceso del colega y amigo, Luis Paulino Mora, recuerdo muy bien su discurso, el que titul—: la Òsilla vac’aÓ.

La actitud que asumi— en su momento, defendiendo la independencia judicial frente a otros poderes e intereses, permiti— definir muy bien un conflicto que pudo quedar como una anŽcdota, un acontecimiento m‡s en la vida institucional del pa’s. Creo que en la historia judicial del pa’s ningœn Presidente de la Corte se ha expresado con tanta claridad sobre la relevancia pol’tica de la independencia judicial y las amenazas concretas que la acechan.

El mensaje del Presidente de la Corte Suprema de Justicia, sus palabras, aunque prudentes, muy claras en su contenido conceptual, permitieron resolver el vac’o de la justicia, llamaron la atenci—n sobre el sentido de un acto que no se circunscribi— a una reelecci—n. Esta actitud del Presidente del Poder Judicial, en un pa’s de disimulos y lenguaje oblicuo, se convirti— en una lecci—n pol’tica, un ejemplo de lo que debe ser el lenguaje claro frente a las pretensiones de los poderes f‡cticos y formales.

El m‡ximo representante de la judicatura costarricense rechaz— la censura que se pretendi— aplicar a los criterios expresados por los jueces, lo dijo a prop—sito de un acto concreto del poder legislativo. Ese se–alamiento tan directo, no es f‡cil, porque en abstracto, todo resulta di‡fano e irrefutable, pero frente a los actos concretos que pueden lesionar un valor y una garant’a fundamental, lo m‡s f‡cil es el disimulo o el silencio, como si no hubiera ocurrido nada. El discurso-denuncia de don Luis Paulino adquiere vida plena cuando afirma: ÒÉPareciera que cuando se aplica la Constituci—n y la ley, ello estorba a quienes se ven afectados en sus intereses. Se olvidan que la alternativa de vivir una Constituci—n de adorno, de papel, es lo que tiene condenados a tantos pa’ses a vivir sin dignidadÉ.Ó. Que bien dicho, con quŽ claridad, porque una constituci—n de papel, que no sea derecho viviente, deja sin dignidad a la ciudadan’a. La Constituci—n, en los conceptos del magistrado Mora Mora, asegura la dignidad de los ciudadanos.

TambiŽn apunta, como pocas veces se ha hecho en la historia judicial, sobre los peligros de la dictadura de mayor’as, la que todo lo puede, la que puede callar al disidente, silenciando la riqueza de la diversidad, para alcanzar una gobernabilidad mal entendida o manipulada. Es decir, que el irrespeto a la independencia judicial abre la puerta del autoritarismo y la dictadura. Nunca he escuchado que un Presidente del Poder Judicial, al que se le exige indiferencia y miop’a, pueda dar el paso que dio don Luis Paulino, un acierto, sin despeinarse, tom— el Òtoro por los cuernosÓ.

Pero el representante m‡ximo de los jueces apunta a un tema que hace muchos a–os nadie se atreve a decir tan claramente, rescatando la ideolog’a que permiti— un desarrollo humano notable en la segunda mitad del siglo veinte, urgiendo a la clase pol’tica y al parlamento para que hagan viable Ò.. la materializaci—n de nuestro proyecto ideol—gico, uno en el que el pa’s produzca con eficiencia, reparta con justicia y en donde la equidad y dignidad humana sean respetados en todos los ‡mbitos de nuestra sociedadÉ.Ó Esta llamada de atenci—n demuestra que el quehacer judicial no puede desarrollarse y fortalecerse en el contexto de una sociedad que posterga la equidad y la dignidad humana. Como bien lo dijo, la clase pol’tica no puede revindicarse a costa del sistema de frenos y contrapesos del sistema pol’tico, no puede rehabilitarse a costa de la democracia. Nuevamente, no hay judicatura si la democracia se debilita. QuŽ importante la conexi—n entre democracia y judicatura, porque no hay jueces sin libertades efectivas y reconocidas.

Otro concepto que destaca el discurso del Presidente del Poder judicial, recordando a JosŽ Figueres y a los constituyentes, quienes comprendieron muy bien que Ò..no perdurar’a la paz sin un sistema de justicia s—lido e independienteÉÓ. La trilog’a que no hay que olvidar, democracia, justicia independiente y paz.

Pero los se–alamientos del presidente Mora Mora, adquieren trazos muy definidos cuando dice: ÒÉ si los pol’ticos han de meter la mano en la justicia que sea para venir a ver c—mo se puede ayudar a mejorar, que leyes hay que cambiar, quŽ programas hay que financiar para que la sociedad no tenga que estar condenada a criminalizar la pobreza por falta de pol’ticas de prevenci—n y atenci—n de las poblaciones m‡s vulnerabilizadas de este pa’sÉÓ.

Criminalizar la pobreza, una ruta que evade la senda de una sociedad democr‡tica, lo destaca muy bien el discurso, porque muchas veces se toma la soluci—n simplista y miope: criminalizar la pobreza.

El ep’logo del discurso no deja ninguna duda, es contundente, porque denuncia que lo que ha ÒÉ..sucedido, es un ultraje a la justicia con el fin de buscar magistrados alineados y que la sociedad costarricense debe estar alerta frente a nuevas campa–as de desprestigio de mayor debilitamiento contra los magistrados, producida por las mismas fuerzas oscuras que han cohonestado este triste episodio de nuestra historia; todo como una cortina de humo para esconder el verdadero fondo de sus intenciones: una Corte complaciente, que adem‡s de tener a su resguardo la justicia misma, custodia nada menos que dos tesoros de nuestra patria: la Fiscal’a y el propio Tribunal Supremo de EleccionesÉ.Ó. Fuerte y claro el lenguaje, fuerzas oscuras que quieren una justicia complaciente, una justicia que asegure, adem‡s, una Fiscal’a d—cil y un Tribunal de Elecciones debilitado.

El discurso del compa–ero y amigo Mora Mora, es un testamento, una pieza muy valiosa, no pretende perderse en abstracciones, es directo, definiendo en nuestro contexto lo que es justicia, democracia, paz y equidad, todos conceptos que tienen una vinculaci—n estrecha, que no deben ser desnaturalizados por lo que en el discurso se identific— claramente: fuerzas oscuras que pretende tener una justicia dŽbil, con magistrados alineados y agrego, alienados. Una lectura detenida a este discurso lo convierte en un testamento que con lenguaje directo, sin contemplaciones, define en nuestro contexto, lo que debe ser la justicia y la necesidad que existe que en algunos momentos, los miembros de la judicatura alcen su voz para impedir que su funci—n, que su oficio, no se convierta en un sainete de apropiada liturgia, pero sin ningœn contenido.

Don Luis Paulino, amigo y colega, su palabra en este discurso no es el de la silla vac’a, es el de la democracia, el de la justicia que est‡ presente, que se defiende con un lenguaje directo y la actitud que Žl asumi— cuando identific— los valores que deben guiar a una justicia amenazada. Te recordaremos siempre porque no representaste a una justicia ciega, autista o temerosa, la defendiste con la firmeza y la prudencia que requiere la tutela de la democracia. Hiciste frente a las fuerzas oscuras que pretenden una justicia postrada y servil. Gracias, muchas gracias, amigo y colega.


*Magistrado Sala Constitucional