Solamente en una republiqueta
inmoral (y Costa Rica creo que todav’a no lo es aunque va por mal camino) se
puede concebir que la presencia de un magistrado en la Corte Suprema de
Justicia estŽ sujeta a que a los diputados les gusten las sentencias que firma
CHISPORROTEOS
El esc‡ndalo que se ha armado en torno a la destituci—n del magistrado
Fernando Cruz por una coalici—n de diputados, destituci—n acordada d’as despuŽs
de que, segœn la Constituci—n y la Ley estaba t‡citamente reelecto, es un
esc‡ndalo propio de la Costa Rica de hoy, que podr’amos calificarla inventando
un adjetivo, de alegal. Es decir, olvidado o
ignorante de las leyes
Aunque digan que no, y aunque uno de los hermanos Arias se haya apresurado a
salir a quitarse el tiro sin que nadie los hubiese mencionado, basta leer el
r‡pido recuento que la prensa ha hecho de los votos del magistrado Cruz para
caer en la cuenta de que lo que en este caso cuenta es que le est‡n pasando una
cuenta, y que la cuenta es, claramente, el haber votado negativamente algunos
asuntos gordos que interesaban personal o pol’ticamente a los hermanos Arias.
No hay antecedentes de que alguna vez en Costa Rica, llegada la hora de
reelegir a un magistrado, se haya hecho un recuento de sus votos y opiniones.
Imag’nense ustedes ese recuento en los votos de magistrados de las salas
civiles, penales o laborales, para que se den cuenta de la enormidad de que han
hecho v’ctima al magistrado (a mis ojos todav’a magistrado) Cruz
Y es que el magistrado Cruz, por decirlo en tŽrminos de sus enemigos, le sali—
repetidamente gŸero a alguien. Lo cual me explica con mucha claridad la
conducta del Diputado Fishman, que se sali—
airosamente del canasto en que se hab’a metido.
Solamente en una republiqueta inmoral (y Costa Rica
creo que todav’a no lo es aunque va por mal camino) se puede concebir que la
presencia de un magistrado en la Corte Suprema de Justicia estŽ sujeta a que a
los diputados les gusten la sentencias que firma. En una Repœblica el contenido
de esas sentencias s—lo debe importar a quienes son parte en el proceso
respectivo, y a los profesionales en derecho por la jurisprudencia que sienten
y que puede (y en ciertos pa’ses no en Costa Rica, debe) repetirse.
Prefiero creer que este asunto es producto de la ignorancia y no de la mala fe
o perversidad. Conf’o en que se resuelva como procede, decentemente, dentro de
la Žtica, dentro de la Constituci—n y de acuerdo con la ley. Y que el
Magistrado Cruz, reelecto desde hace d’as, continœe prestigiando la Sala
Constitucional.
Los diputados que cometieron la fechor’a deber’an renunciar a sus curules (dada
la completa ignorancia de su significado que han demostrado tener), pero eso no
ocurrir‡, aunque es de esperar que la magna burrada que cometieron no volver‡ a
repetirse al menos dentro de los pr—ximos nueve siglos.
Alberto F. Ca–as