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Una silla vac’a

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Escrito por Luis Paulino Mora   

Martes 20 de Noviembre de 2012 00:00

Compa–eras y compa–eros, hoy (lunes) iniciamos esta sesi—n con un hecho inŽdito en nuestra historia patria: hay una silla vac’a, antes ocupada por un magistrado independiente, honesto, de intachable carrera y reconocido como uno de los mejores juristas del pa’s, todo por una clara censura a sus opiniones como juez, dadas dentro del marco de la ley, as’ como de censura a la l’nea jurisprudencial del tribunal que integra: la Sala Constitucional, segœn ha expresado el vocero del partido de Gobierno.

Se ha dicho que se trata de una advertencia a la Corte Suprema de Justicia o Òuna llamada de atenci—nÓ, porque no hay justicia pronta y cumplida, y porque la Sala se ha extralimitado en sus funciones. Esos argumentos apuntan a que la justicia, y por lo tanto la aplicaci—n de la ley, se ven como un estorbo a la gobernabilidad del pa’s, al mejor estilo autoritario. No hubo debate transparente sobre cu‡les son esas sentencias, si se habr‡n dado m‡s bien en aplicaci—n de la propia Constituci—n. Pareciera que cuando se aplica la Constituci—n y la ley, ello estorba a quienes se ven afectados en sus intereses. Se olvidan que la alternativa de vivir una Constituci—n de adorno, de papel, es lo que tiene condenados a tantos pa’ses a vivir sin dignidad.

El mensaje de esa llamada de atenci—n, en la forma en que se ha hecho, es una clara amenaza a la independencia judicial y a los cimientos de la democracia misma. Se trata de una burda excusa para buscar una l’nea de pensamiento y actuaci—n complaciente, de que esa mayor’a todo lo puede, especialmente callar al disidente, es decir, silenciar la rica diversidad democr‡tica, todo en nombre de una gobernabilidad mal entendida o manipulada.

Es cierto que el Poder Judicial costarricense tiene muchos retos y debilidades que superar, muchos de ellos consecuencia del colapso del Estado de bienestar y la incapacidad del Estado para materializar la Constituci—n Pol’tica, es decir de cumplir con el pacto social por medio de pol’ticas pœblicas. Todo ese malestar se ha traducido en que ahora las demandas sociales se litigan. Esa judicializaci—n que tanto molesta a un sector de los pol’ticos, no es m‡s que un grito de auxilio de una sociedad que clama por justicia social y por soluciones. En s’ntesis, es el propio fracaso de la pol’tica y la debilidad de las instituciones democr‡ticas de representaci—n, as’ como el deterioro de los espacios tradicionales de mediaci—n social, los que tienen al pa’s al borde del abismo y que han contribuido a trasladar a la esfera judicial conflictos que antes eran dirimidos por medio de los —rganos de representaci—n pol’tica. Hay que ser realmente miope para ver el ‡rbol y no el bosque.

Si este fen—meno de judicializaci—n o desplazamiento de poder hacia la judicatura es un grado de mayor madurez de la democracia, como dice un sector de la doctrina, o no, es una discusi—n a la que el Parlamento y la clase pol’tica se debieran avocar a discutir con seriedad, con el fin de hacer viable la materializaci—n de nuestro proyecto ideol—gico, uno en el que el pa’s produzca con eficiencia, reparta con justicia y en donde la equidad y dignidad humana sean respetadas en todos los ‡mbitos de nuestra sociedad.

Si el Parlamento quiere reivindicarse que empiece por all’, pues no se va a reivindicar debilitando el sistema de frenos y contrapesos de nuestro sistema pol’tico, es decir, a costa de la democracia.

Tampoco se destruye la esencia del Poder Judicial, que es su independencia, para probar que tenemos retos que superar.

La vocaci—n democr‡tica de los padres de la patria debiera ser el norte que nos guiara a todos para poder enfrentar esos retos como hicieron nuestros constituyentes cuando vieron los problemas y debilidades de la justicia de entonces. Optaron por fortalecerla, con el auxilio de don Pepe, que en su sabia visi—n supo que no perdurar’a la paz sin un sistema de justicia s—lido e independiente.

De tal forma que si los pol’ticos han de meter la mano en la justicia que sea para venir a ver c—mo se puede ayudar a mejorar, quŽ leyes hay que cambiar, quŽ programas hay que financiar para que la sociedad no tenga que estar condenada a criminalizar la pobreza por falta de pol’ticas de prevenci—n y atenci—n de las poblaciones m‡s vulnerabilizadas de este pa’s.

Denuncio que lo que aqu’ ha sucedido es un ultraje a la justicia con el fin de buscar magistrados alineados y que la sociedad costarricense debe estar alerta frente a nuevas campa–as de desprestigio de mayor debilitamiento contra los magistrados, producida por las mismas fuerzas oscuras que han cohonestado este triste episodio de nuestra historia; todo como una cortina de humo para esconder el verdadero fondo de sus intenciones: una Corte complaciente, que adem‡s de tener a su resguardo la justicia misma, custodia nada menos que dos tesoros de nuestra patria: la Fiscal’a y el propio Tribunal Supremo de Elecciones.

S’, compa–eras y compa–eros, ciudadanos que nos escuchan, esta silla vac’a es una mancha en nuestra historia. Pero tambiŽn quiero decirles que est‡ muy lejos de intimidar a los jueces y juezas de este pa’s. Por el contrario, me siento orgulloso de la valent’a mostrada por los cientos de funcionarios y funcionarias judiciales que han alzado su voz para denunciar lo ocurrido y reafirmarle al pueblo costarricense que el Poder Judicial no tiene miedo.

Insto a las se–oras Diputadas y se–ores Diputados y a la propia Presidenta de la Repœblica a que sepan rectificar este grav’simo error, porque lejos de reivindicar al Parlamento, est‡n enterrando a la patria.

 

Author of this article: Luis Paulino Mora