| ANIVERSARIO DEL EDIFICIO DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA | ||
Es inevitable, cuando hablamos de este tema, recordar los grandes avances y esfuerzos hechos desde aquellas tristes épocas en que nuestros despachos y Salas estaban ubicados encima de bares, en casas de habitación o antiguas bodegas, lugares incómodos para servidores y usuarios. El modificar esa situación fue uno de los motivos más importantes de la lucha que, en su oportunidad, se diera para lograr el 6 por ciento del presupuesto nacional como ingreso para este Poder de la República. Triste ejemplo de esas épocas es el incómodo edificio que ocupaba la propia Corte Suprema de Justicia en Avenida Segunda y Calle Seis, que aparte de sus malas condiciones, no tenía mayores facilidades para que en él prestaran sus servicios los Magistrados del máximo Tribunal del país. Una de sus Salas, por no caber en el edificio, se ubicaba en un segundo piso, sobre una cantina, mientras que a lo largo de todo el país, otros despachos funcionaban en iguales o peores condiciones. La regla es que varios magistrados laboraran en la misma oficina y que el ruido de las máquinas de escribir que a la fecha aún se usaban, debiera ser estoicamente soportado, pues las condiciones así lo imponían, aún en contra de la concentración que requiere el estudio de los casos sometidos a conocimiento de un magistrado. Como indiqué, esta vergüenza nacional fue una de las razones más importantes para que se aprobara la reforma constitucional, para dotar al Poder Judicial con dinero suficiente, con el que pudiera contar con los recursos que exigía culminar este sobrio e imponente edificio y luego otros más en todo el país incluso hasta la fecha, en que a pesar de las restricciones presupuestarias, continuamos construyendo edificaciones para que la administración de justicia se brinde con dignidad y decoro para todos los habitantes del país. Han pasado muchas décadas ya, y este edificio se mantiene como un icono representativo de aquel esfuerzo para el incremento de la riqueza nacional a través del levantamiento de edificaciones que se constituyan en orgullosa muestra de nuestra capacidad creadora como pueblo. Y digo "orgullosa muestra" porque quien intente descubrir dentro del panorama actual, el diseño original de esta construcción se dará cuenta de que se trata de una bella obra arquitectónica, con una bien lograda atmósfera para representar la majestad de la ley y la justicia. A lo anterior contribuyen aún -en lo que se les deja- los mármoles extraídos de la península de Nicoya, cuyas bellas tonalidades y calidad impresionan como el primer día, y el sobrio salón que sirve vestíbulo, aún cuando las necesidades nos han obligado a alterar el conjunto de una manera que nos hubiera gustado poder evitar.- Este edificio alberga una riqueza que no hemos valorado, en él se encuentra una muestra de mármoles nacionales y de maderas preciosas, algunas en vías de extinción, que no creo haya en otra edificación nacional, así, las futuras generaciones tendrán un lugar en donde apreciar la belleza y requisa que produce nuestro suelo. Muy afortunado fue en su momento, que para estos primeros esfuerzos contáramos con la colaboración del arquitecto Don Eugenio Gordienko porque su excelencia profesional quedó reflejada en la bella línea arquitectónica de esta obra, que hasta la fecha es motivo de gran orgullo para nosotros en el Poder Judicial. No creo excederme al alabar la seriedad, la calidad y la belleza del trabajo realizado por Don Eugenio y creo que sus parientes y allegados que lo acompañan hoy en este acto pueden sentirse legítimamente orgullosos de él y de los valiosos aportes que desde su campo ha hecho a nuestro país. Pero no quedaron allí los esfuerzos constructivos del Poder Judicial, y en una segunda generación avanzamos sobre variaciones de esa misma línea como es el caso de San Ramón, San Isidro del General y San Carlos y de alguna manera Goicoechea que reflejan el inicio de una evolución en nuestra forma de entender el servicio de justicia. En Goicoechea se avanza un poco más, tratando de dar respuesta a exigencias de los usuarios externos, como lo es el uso de mostradores bajos, salas de espera, ubicación en los pisos superiores de los jueces, rampa de ingreso, servicios en el vestíbulo, cambios con los que podemos estar o no de cuerdo, pero que marcan una etapa más en la búsqueda de una construcción amigable con los usuarios. La evolución no para allí, de manera más evidente cada vez con las nuevas edificaciones realizadas en los últimos diez años, vamos avanzando en ese sentido, como puede comprobarse al visitar los edificios de Golfito, Santa Cruz, Guápiles, Turrialba y Grecia y las recientes remodelaciones de Limón y Alajuela. En estos últimos, los cambios arquitectónicos son visibles pero más palpables son los cambios que a nivel de servicio judicial hemos intentado consolidar. Una justicia más familiar y cercana para el ciudadano, impone necesariamente la estructura física que permita a la gente sentirse sujeto activo del servicio público de justicia. La búsqueda de una mayor accesibilidad, más claridad y transparencia en el quehacer judicial, se han traducido en Edificios más abiertos, con más luz y más cristales. Servidores dispuestos a atender a las personas con respeto y deferencia han obligado a bajar la altura de los mostradores y producir espacios cómodos donde las personas no tengan que sufrir, además de los problemas que los llevan a los Tribunales, la hostilidad de funcionarios apoyados en estructuras físicas distanciadotas y agresivas. Además, nuevas exigencias tecnológicas se han incorporado a las necesidades y ello hace que exista una distancia entre este primer edificio y los más nuevos que hemos venido inaugurando, pero incuestionablemente la finalidad que nos guía sigue siendo la misma que inspiró a los Magistrados Calzada, Jiménez y Soto, miembros de la Comisión de Construcciones que con tan buen tino orientaron las actividades para construir este edificio que hoy nos acoge. Debo agradecer a los miembros de la primera Comisión su visión y empeño para llevar adelante la construcción del edificio, pero también a quienes han seguido desempeñándose como miembros de esa Comisión, que con diferentes integraciones, pero guiados por un fin común, dar atención a las necesidades de los usuarios internos y externos del Poder Judicial, han dado su esfuerzo por lograr presencia en la mayoría de los centros de población en donde está el Poder Judicial. Para concluir, les expreso mi orgullo y regocijo -que sé que comparten todos Ustedes- de poder honrar, a través de este acto, a todas las personas que de una manera u otra impulsaron y llevaron a buen término lo que –desde cualquier perspectiva- es una gran obra que ha dejado huella en muchas generaciones de costarricenses y que sin lugar a dudas- servirá durante muchas décadas más como referencia de la justicia costarricense. |
Licda. María Isabel Hernández Guzmán
Lic. Sergio Bonilla Bastos
Licda. Andrea Marín Mena
Licda. Teresita Arana Cabalceta
Licda. Marcela Fernández Chinchilla
Licda. Melania Chacón Chaves
Licda. Sandra Castro Mora
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