Marco Feoli V. Abogado Twitter: @marcofeoli 12:00 a.m. 17/06/2012
Que
nuestro sistema judicial est‡ lejos de tener instituciones perfectas est‡
claro. Que con frecuencia se repiten cr’ticas al trabajo de jueces y fiscales,
tambiŽn, y que muchas de ellas tienen fundamento, ni dudarlo. Pero no reconocer
los aspectos positivos, que del mismo modo los hay, me parece algo mezquino.
No
serŽ yo el que mejor hable de Internet, nuevas tecnolog’as o redes sociales
porque mi analfabetismo en esos campos es apabullante. Sin embargo, tampoco se
requiere ser un experto para intuir que nos ha tocado una Žpoca de cambios
vertiginosos. La informaci—n que pulula por la red nos habla de una sociedad en
la que las formas de comunicarse se han ido transformado. El otro d’a el
periodista Ignacio Escolar dec’a que sin este marem‡gnum informativo,
circulando libremente, habr’a sido muy dif’cil, por ejemplo, que la noticia
sobre la cacer’a de elefantes del rey Juan Carlos, en Botsuana, hubiese tenido
las repercusiones que alcanz—. En otros tiempos, comentaba Escolar, el acuerdo
t‡cito de los grandes medios espa–oles de tratar con una cierta displicencia
los secretos de palacio habr’a hecho que aquello pasase desapercibido.
Un
apoyo necesario. Si, en
definitiva, nos movemos en la era de la informaci—n, la incorporaci—n en el
sector pœblico de los TIC y otras herramientas de gesti—n que acerquen al
ciudadano a sus instituciones deber’a apoyarse, porque ella habla de sociedades
m‡s abiertas, m‡s transparentes y en consecuencia, m‡s democr‡ticas.
Recientemente el Centro de Estudios de Justicia de las AmŽricas, con sede en
Chile, present— un trabajo en el que a partir de una serie de indicadores
puntu— con la calificaci—n m‡s alta al poder judicial costarricense en el uso
de las nuevas tecnolog’as.
En
una investigaci—n sobre tribunales constitucionales en AmŽrica Latina he debido
hacer una revisi—n de las plataformas institucionales de varios tribunales,
cortes y salas de la regi—n.
El
resultado fue deprimente. Ciertamente hab’a casos, como la Suprema Corte de
MŽxico o los Tribunales Constitucionales de Chile, Colombia y Perœ, donde los
datos requeridos estaban a disposici—n. Sin embargo, en la mayor’a el panorama
fue otro. Cuestiones tan elementales como las estad’sticas sobre causas
entradas fueron un enigma. Lo mismo respecto a presupuesto, salarios o
licitaciones pœblicas en las que estuvieran involucrados los poderes
judiciales, nada de nada. Bueno, no faltar’a decir m‡s si cuento que hubo
p‡ginas web, como las de Honduras o Paraguay, donde lo œnico relevante eran las
fotos de los magistrados que, adem‡s, parec’an tomadas por los m‡s enconados
enemigos de los altos jerarcas.
Honor
para Costa Rica. Toda esta
historia para decir que el reconocimiento que se hace al poder judicial de
Costa Rica es una buena noticia. Alguien coment— que no hab’a mŽrito si nos
estaban comparando con pa’ses latinoamericanos, porque ellos siempre andan
peor; es una visi—n muy estrecha. No creo que haya que demeritar el estudio con
semejante argumento. Primero, porque aunque a los ticos nos enoje admitirlo
pertenecemos a esta regi—n, con lo bueno, con lo malo y, sobre todo, con lo
irreversible que ello supone; nuestro punto de comparaci—n m‡s inmediato para
medirnos es lo que tenemos al lado. Pero tambiŽn, porque el estudio incluy— a
pa’ses no latinoamericanos, Canad‡ y Estados Unidos.
La revoluci—n inform‡tica es una herramienta que facilita
la participaci—n ciudadana en la administraci—n de justicia. La revoluci—n
digital permite el dise–o de sistemas judiciales m‡s din‡micos. Posiblemente,
como le’ hace unos d’as, avanzar en estos temas implica, en œltima instancia,
convertir el derecho de acceso a los tribunales ya no en una actividad
dram‡tica, engorrosa, lenta y complicada, sino en una parte habitual de la
cotidianidad para la soluci—n de algunos de los problemas que genera la
convivencia. Repito, sin obviar las tareas pendientes, no resaltar este
reconocimiento ser’a un acto de mezquindad. Y la mezquindad nunca es buena
consejera.