San JosŽ, Costa Rica, Viernes 13 de abril de 2012

DISENTIR SIN INSULTAR

Ana Virginia Calzada Miranda*

El se–or JosŽ Merino del R’o, distinguido pol’tico, nos dice: ÒdesvergonzadosÓ en un art’culo reciente. La verdad que tiene todo el derecho de expresar su opini—n y de disentir sobre la gesti—n que en su oportunidad se hiciera, pero buscando el significado de la palabra en varios diccionarios dice sobre el concepto: Òinsolencia, descarada ostentaci—n de faltas y vicios, falto de educaci—nÓ. TambiŽn se usa el tŽrmino popularmente para se–alar a las personas corruptas.

Ninguno de esos tŽrminos es justo aplicarlo al tema que menciona, porque hay que tener la altura para saber disentir sin insultar ni degradar al oponente. Nosotros entendemos perfectamente que muchos no compartan nuestro criterio, incluso es totalmente humano equivocarse, pero de all’ a decir que un planteamiento por equivocado que estŽ convierta a la persona en corrupta o desvergonzada, es injusto y me parece que con ello se cruza una l’nea inconveniente e indigna de una persona como usted que se ha caracterizado por ser siempre un caballero. Nosotros hemos estado atentos y abiertos a la cr’tica, aunque no nos guste a veces, y eso es parte del ejercicio democr‡tico, pero la costumbre que se est‡ gestando en cierto sector de la clase pol’tica y de la prensa de insultar al oponente porque se disiente, revela m‡s bien carencias de formaci—n y educaci—n que no son convenientes e impiden un debate sano y asertivo.

Nosotros, trabajamos como cualquier persona, con ah’nco tratando de hacer el mejor esfuerzo y procurando hacerlo siempre bien. Sabemos que el trabajo de cualquier juez constitucional es polŽmico e incomprendido por naturaleza y a ello estamos acostumbrados. Pero si en nuestro actuar nos equivocamos como humanos que somos, pedimos al menos el respeto m’nimo a nuestra dignidad humana que la educaci—n m’nima exige. Una pol’tica y un debate de altura en una sociedad con gente tan preparada y culta como el se–or Merino, ciertamente nos puede llevar a una mejor cultura, lo contrario es s—lo una estŽril y destructiva actitud.

 Bienvenido sea entonces el debate inteligente y de altura en el que hasta el oponente merece respeto a su dignidad, esa es una regla que nos edifica como seres humanos racionales y morales y que debemos rescatar de las ense–anzas de nuestros antepasados.


*Presidenta de Sala Constitucional