A FONDO |
Escrito por Jose A. Cabezas |
MiŽrcoles 29 de Febrero de 2012 00:00 |
** As’ son las cosas. As’ de f‡cil. El Estado costarricense le
otorg— a esta entidad la facultad de cobrar por los Derechos de Autor y ahora
ella le cobra al mismo Estado. El viejo refranero popular advert’a sobre el
riesgo de criar ciertas aves, aunque nosotros siempre hemos opinado que los
ojos los perdi— el Estado desde antes de otorgar este privilegio, pues lo
hizo sin mayores limitaciones. ÁCiegamente! ** Nadie duda sobre la existencia de la propiedad intelectual en
cualquier obra realizada y obviamente menos acerca de la musical, con la cual
vivimos diariamente. Estamos m‡s tiempo acompa–‡ndonos con la mśsica que con
cualquier otra cosa. Quiz‡ s—lo supera esa convivencia el aire, pues pensamos
que el ser humano actual oye m‡s horas mśsica que la que recibe sol. ** Y nada m‡s justo que retribuir a los autores por su labor
intelectual luego de siglos en que se crey— que por no ser corporal, deb’a de
darse de gratis pues no exist’a esfuerzo alguno. ÁQuŽ bueno que el Siglo XX
reivindic— ese error! Pero se dio un cheque en blanco, no se fijaron
par‡metros razonables ni justos y han malinterpretado el derecho con el
abuso. Los montos y estilos de cobro, que los hemos vivido en carne propia
alguna vez, nos dicen que fue un error la manera de c—mo se autoriz—. ** La interposici—n de un juicio contra nuestro mismo pa’s, pues
demandar al Estado es demandar al pa’s, resulta ingrato. No s—lo antip‡tico y
antipopular, sino ingrato. Lo śnico positivo fue irlos conociendo. |