Magistrado JosŽ Manuel Arroyo: Poder corruptor del crimen ya est‡ en Costa Rica

MiŽrcoles, 06 de Julio de 2011 05:22

Escrito por Ernesto Ram’rez (eramag2002@yahoo.com)

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El poder corruptor del crimen organizado, en todas sus modalidades, ya est‡ en Costa Rica y no estamos preparados para enfrentarlo; no quiero alarmar, pero este es un problema que ya lo tenemos encimaÓ, advirti— el presidente de la Sala Tercera, JosŽ Manuel Arroyo, en una entrevista con  UNIVERSIDAD.

Arroyo sostiene que el pa’s no est‡ preparado para enfrentar ese flagelo y abog— por un fortalecimiento de las instituciones democr‡ticas para combatirlo.

ÒCiertamente que el poder corruptor del crimen organizado -no s—lo el narcotr‡fico, sino otras formas, como el lavado de dinero, el sicariato, el tr‡fico de personas, de —rganos, de armas y la corrupci—n pœblica y privada- tiene formas de criminalidad con gran poder letal de corrupci—nÓ, se–al—.

Por otra parte, el presidente de la Sala Tercera refut— afirmaciones del Ministro de Seguridad Pœblica, Mario Zamora, quien en una reciente entrevista con este Semanario, asegur— que en el tema de la inseguridad el problema no es de aprehensi—n de delincuentes, sino de su juzgamiento.

 

Arroyo alert— adem‡s de que en Costa Rica se est‡n cerrando v’as de canalizaci—n de  conflictos sociales, por lo que hay peligro de que la ciudadan’a recurra a acciones de hecho, para resolver estos problemas. A continuaci—n, un extracto de la conversaci—n.

El ministro de Seguridad Pœblica, Mario Zamora, afirm— hace poco que en el tema de la inseguridad el problema no es de aprehensi—n sino de juzgamiento. ÀCu‡l es su respuesta a esa aseveraci—n?

-Hay un error muy comœn en el tratamiento del tema de la seguridad y es la tentaci—n de que los distintos segmentos del sistema dicen que Òla culpa no es nuestra sino de otrosÓ,  lo cual me parece un error. Creo que todos tenemos que hacer Žnfasis en el hecho de que cada quien tiene sus obligaciones; debemos tratar de cumplirlas debidamente y operar como un solo sistema: polic’a, fiscal’a y tribunales. Puede quedar la impresi—n err—nea de que unos hacen bien su trabajo y otros no.

Esto debe verse un poco m‡s integral. Cada sector tiene fortalezas y debilidades. Las debilidades, no de ahora, sino de hace mucho tiempo, que ha tenido la polic’a administrativa adscrita al ministerio de Seguridad Pœblica, es que efectivamente hay problemas para el reclutamiento, para el entrenamiento y para la capacitaci—n de la gente. Entonces, muchas de esas debilidades se reflejan en el trabajo cotidiano. Para un juez es muy importante la fundamentaci—n del parte policial, que lleve la informaci—n b‡sica, que estŽ redactado de manera clara, dejando clara la raz—n de la detenci—n, para que el Ministerio Pœblico pueda solicitar -si es necesario y el juez las concede- medidas cautelares cuando una persona es detenida.

ÀSe trata de fallas tŽcnicas en la recopilaci—n de la prueba?

-Exactamente, as’ como en la capacitaci—n y en las destrezas que debe tener un agente de polic’a, para que su intervenci—n sea justificada y expuesta con claridad. Los fiscales y jueces tienen que lidiar con esos problemas. No s—lo se trata de que fiscales o jueces sean negligentes o poco diligentes a la hora de definir una situaci—n, sino que tienen que definirla de conformidad con requisitos m’nimos. De lo contrario, las decisiones ser’an arbitrarias e infundadas.

Hay algunos casos que arrojan dudas en cuanto a la actuaci—n de los jueces, por ejemplo el de los mexicanos a quienes se les concedi— arresto domiciliario y dos comunidades se levantaron y no los aceptaron. ÀHay fallas o se impusieron razones de car‡cter tŽcnico?

-No me puedo referir al caso porque posiblemente tenga que intervenir. Pero le explico lo siguiente: errores posiblemente hay, son los que trascienden pœblicamente, porque las decisiones adecuadas que cientos de jueces toman todos los d’as normalmente, no son cuestionadas porque no se valoran como err—neas. Con esto  digo que conf’o y creo en que la mayor’a de las decisiones judiciales son bastante acertadas. Cuando nos equivocamos, cometemos un error, o hay un asunto especialmente delicado que trasciende a la opini—n pœblica eso es la noticia. No es que no aceptemos errores. Pueden darse actos claramente indebidos y esto debe ser investigado y debatido. Lo que es muy riesgoso es que haya una apelaci—n a las v’as de hecho: no es conveniente que los temas de conocimiento judicial sean decididas en uno u otro sentido con gente en la calle. Eso coloca la situaci—n en un estado de hecho que puede ser perjudicial.

 

ÀCree que puede conducir a un estado de ingobernabilidad?

-La historia es curiosa. El tema de los mexicanos fue muy mal recibido en general y particularmente por los vecinos a los que les tocar’a tenerlos cerca. Eso uno lo entiende, primero como ciudadano y tambiŽn como juez. Es una situaci—n particularmente dif’cil de aceptar, pero pocos d’as despuŽs ocurre lo contrario. La gente en la calle en Lim—n (caso Pascal), cuestionando la detenci—n de una persona acusada de cierto tipo de delito, manifest‡ndose para que los jueces hagan otra cosa. Lo que quiero se–alar es que la apelaci—n a Fuenteovejuna es una falacia.

ÀPero esta situaci—n no obligar’a al Poder Judicial a hacer una reflexi—n?

-Esto se inscribe en un fen—meno mucho mayor que ya el Estado de la Naci—n nos lo viene diciendo. En  este pa’s se han ido cerrando las v’as de canalizaci—n de los conflictos sociales. Muchos conflictos que antes se canalizaban a travŽs de las instituciones de gobierno y de los diputados, ahora se tramitan judicialmente, pues esas otras v’as como que est‡n siendo cerradas y toda la conflictividad social llega a las instancias judiciales. En primer lugar, grandes conflictos pol’ticos endosados a la Sala Constitucional y temas de gran trascendencia nacional, que debieron discutirse en la Asamblea Legislativa. Cuando esta v’a se encuentra cerrada para la discusi—n y resoluci—n, esos conflictos terminan  en la Sala Constitucional.

ÀEse cierre de canales de resoluci—n de conflictos sociales no es una bomba de tiempo?

-Claro; por eso es que ahora todas las reformas procesales en distintas materias que se est‡n haciendo, apuestan a resoluciones previas antes de que se formalice el conflicto judicial. Siempre vistos en instancias jur’dicas, pero como un paso previo en temas de familia, laborales, penales, para que haya la posibilidad de una conciliaci—n, de una resoluci—n alterna a la v’a judicial normal, que son v‡lvulas que pueden ayudar a bajar la presi—n sobre el sistema judicial.

Por esos vac’os en algunos pa’ses, como en el caso de Guatemala, la gente se est‡ tomando la justicia por sus propias manos, realizando linchamientos de presuntos delincuentes y criminales. ÀSe trata de una situaci—n muy grave?

-Ese es precisamente el tema. Nuestros pa’ses en general y Costa Rica, ya no escapa a eso; tienen que hacer un esfuerzo enorme por consolidar las instituciones, por recuperar la confianza en estas, incluidas las instituciones penales, en la polic’a, la fiscal’a, los tribunales de justicia penal. El desprestigio de las instituciones en  una democracia a lo œnico que conduce es al rompimiento de la institucionalidad democr‡tica y a la instauraci—n de reg’menes de fuerza, autoritarios o totalitarios.

En esa perspectiva, el sistema penal tiene que guardar un gran equilibrio entre proteger las libertades y las garant’as ciudadanas, y dar respuestas eficaces y evitar que las v’as de hecho emerjan  como alternativa para resolver los conflictos sociales.

ÀEs que no se cumple el principio de justicia pronta y cumplida y el Estado no pone ojo avizor?

-Esto nos conduce a otro plano del problema. No podemos pretender que el sistema penal resuelva toda la conflictividad social. Podemos cerrar los ojos y decir, aqu’ lo que falta es mano dura, polic’a, c‡rcel, penas altas, rigurosidad y todos los estamentos para que haya un sistema penal fuerte que resuelva estos problemas. Esta es una tentaci—n muy grande que tienen muchos y las instancias pol’ticas tambiŽn. No es a travŽs del endurecimiento del sistema penal que les vamos a entrar a las verdaderas causas de la conflictividad y la violencia social. Hay que tener muy claro que el sistema penal interviene ya cuando los resultados nefastos de la violencia social ocurrieron. Previo a eso hay una serie de tareas pendientes, que son en mi criterio las que est‡n haciendo falta desarrollar.

ÀPero hay adem‡s muchas causas que originan la violencia, la pobreza, la desigualdad, las drogas, la misma corrupci—n?

-Hay con  toda raz—n una gran alarma social. Los medios todos los d’as refieren hechos muy graves, atentados contra la vida, la propiedad, que tienen a la gente muy crispada, con niveles muy elevados de temor y de inconformidad con las instituciones. Eso es lo m‡s importante de vigilar y ver c—mo superamos esa situaci—n, para que no terminemos de destruir las instituciones democr‡ticas.

Sobre la aplicaci—n de justicia, y debido a dudas surgidas en algunas sentencias,  Àdebe el juez ce–irse a la aplicaci—n estricta de la ley o estudiar en algunos casos el entorno en el que se aplica la norma?

-Hay un debate grande en torno a este tema. En el derecho moderno est‡ fuera de duda siempre que los jueces interpretan la ley. Por muy clara que pueda ser una ley o norma,  siempre hay m‡rgenes de interpretaci—n, sino todos estar’amos sobrando: le metemos la informaci—n a una  computadora y le resolver’a el caso sin mucha complicaci—n.

La realidad siempre es cambiante, tiene particularidades para cada evento, en lo social, humano, para cada conducta, etc. Entonces los jueces asumimos la responsabilidad de interpretar los hechos, el derecho y dar las mejores razones posibles para justificar una decisi—n. Est‡ bien que a los jueces nos pidan explicaciones de las decisiones que tomamos, esto en una democracia es un requisito de entrada.

 

ÀQuŽ tan vulnerables est‡n los jueces ante problemas tan serios y amenazantes como el narcotr‡fico, la corrupci—n, los delitos de cuello blanco, como les llama la gente?

-Creo que este es un problema que ya tenemos encima. No quiero alarmar, pero ciertamente el poder corruptor del crimen organizado -no solo narcotr‡fico, sino todas las formas de crimen organizado, como son el lavado de dinero, el sicariato, el tr‡fico de personas, de —rganos, de armas, y la corrupci—n pœblica y privada-, tiene formas de criminalidad con un gran poder letal de corrupci—n. Es cierto que el problema es grave y nosotros no estamos preparados para una respuesta eficaz a esos fen—menos. Por eso es que es muy importante seguir insistiendo en el fortalecimiento institucional, que se estŽ pensando en medidas como que los jueces penales seamos sujeto de un control sobre nuestros bienes, declarar ante la Contralor’a General de la Repœblica. Y no s—lo los jerarcas del Poder Judicial, sino tambiŽn los jueces penales y los fiscales dedicados a casos de crimen organizado.

En el caso del juicio al expresidente Rafael çngel Calder—n, con una suspensi—n de la pena, en redes sociales y otras instancias el sentir era que en Costa Rica se aplica la ley a los pobres y no a los ricos o pol’ticos influyentes. ÀC—mo analiza usted estas reacciones?

-El tema no es s—lo de las penas que imponemos los jueces, sino de dise–o de los tipos penales. En un robo agravado, en el que hay cierto valor de los bienes, los jueces no tenemos m‡s remedio que imponer cinco a–os o m‡s. Hay otras figuras penales que tienen que ver con otro tipo de delitos, que aunque pueden ser muy graves, tienen m’nimos de pena m‡s bajos. En esas circunstancias es el dise–o de las mismas leyes, las que les imponen a los jueces un determinado juego, de m’nimos y m‡ximos.

Con raz—n se puede apreciar que algunos delitos que pueden significar sumas de dinero muy altas, terminan con penas bajas y otros son hechos menores y que podr’an ser menos significativos desde el punto de vista econ—mico, y tienen penas m‡s altas.

ÀPero no urge cambiar este sistema?

-Esto es un tema de Asamblea Legislativa. Los diputados son los que hacen las leyes y tienen que analizar si hay una armon’a o una razonabilidad en los distintos tipos penales y las penas existentes.